Es en el siglo XVIII cuando el estudio de las máquinas hidráulicas adquiere categoría de ciencia a partir de la publicación, en 1754, de los estudios de Leonhad Euler (1707-1783), entre otros. Se empiezan a publicar tratados que no eran simples descripciones de los diferentes tipos de máquinas sino estudios en profundidad, con un amplio conocimiento teórico que permitirá avances y mejoras tecnológicas. Todo este corpus conducirá al inicio de la Revolución Industrial. Por su parte, los arquitectos empiezan a recibir este tipo de enseñanza y a interesarse por su representación. Tal es el caso de Isidro G. Velázquez que durante su viaje de estudios a Italia (1791-1796) realiza una serie de dibujos de máquinas hidráulicas que pudo observar en algunas casas romanas (IGV-074 a IGV-084).

En 1799, y después de amplios debates, se propuso en la Real Academia un plan de estudios más científico, con matemáticas aplicadas a la arquitectura, geometría, física experimental, óptica, perspectiva, mecánica e hidráulica, etc., pero también más humanístico. Todas estas materias se consideraban ciencias auxiliares de la arquitectura. Manuel Martín Rodríguez, además, propuso la necesidad de que los alumnos contaran con modelos de elementos arquitectónicos como arcos, bóvedas, cimbras, armaduras, capiteles, basas de columnas y pilastras, trozos de cornisamentos, así como máquinas hidráulicas, para su estudio y dibujo.