Desde tiempos remotos el jade ha tenido para la cultura china un origen sobrenatural, asociado al principio místico del "tang", elemento esencial del cosmos. Se pensaba que si un hombre sujetaba un jade entre sus dedos y escuchaba sus notas resonantes, adquiriría las cualidades propias de esta piedra: nobleza, pureza, serenidad y felicidad. Los objetos pasaron, con el tiempo, de tener un uso ritual y sagrado a ser decorativos y coleccionables.
Las piezas realizadas con este material han ido sufriendo una evolución fácilmente constatable, siendo los más antiguos de época neolítica. Se encuentran fundamentalmente hachas de formas rendondeadas y fragmentos de anillos sin decoración, elementos defensivos y objetos mitológicos o rituales. Son de pequeño tamaño, destacando entre ellos las llamadas "placas animales" que representan principalmente al tigre, dragón y la liebre como personificación del símbolo lunar; igualmente se encuentran comedores de peces cuyo significado ritual se desconoce.
Otro grupo está formado por los objetos destinados exclusivamente a usos funerarios. Sin duda se ha utilizado este material por su incorruptibilidad y por las virtudes mágicas que se le atribuyen para preservar a los cadáveres de la descomposición. Son objetos destinados a tapar los siete orificios del cuerpo del difunto siguiendo un complejo ritual, la representación más conocida es la cigarra, símbolo de la resurrección, que se colocaba en la lengua del muerto encarnando así una nueva vida del alma en el más allá. Además se le colocaba un disco sobre el pecho, un cetro a la derecha, un semicírculo a los pies y un rectángulo en la cabeza, todo ello en jade.
Posteriormente este material fue utilizado como emblema de rango y autoridad pasando a ser la materia prima de los objetos de la casa imperial, siendo igualmente usado para amuletos contra los malos espíritus y para emblemas rituales. Los grandes dignatarios llevaban trozos de jade unidos a la seda o al cuero de los cinturones así como rosarios de plaquitas, de la misma materia, que colgaban hasta el suelo. El emperador se adornaba con diferentes placas de jade según el carácter de las ceremonias que presidía. Existía además una leyenda según la cual el emperador comía machacado el jade con objeto de purificarse antes de hablar con el espíritu de sus antepasados. Con el paso del tiempo, el empleo de este material se irá socializando al perder su carácter reservado a las clases altas.
El jade, tan utilizado por el pueblo chino y tan unido a sus creencias y forma de vida proviene de las regiones del Khotan, de Yarkand en el Turkestán y de la zona de Birmania desde donde se empezó a exportar hacia China a partir del siglo XVIII. En Europa este material no fue conocido hasta el siglo XVI, cuando los españoles lo trajeron de Méjico, siendo utilizado como talismán contra ciertas enfermedades principalmente renales. En el siglo XIX va a desaparecer su carácter curativo y va a empezar a ser muy apreciado como objeto coleccionable.
Existen dos obras datadas en los siglos IV y III antes de nuestra era que sirven para explicarnos el papel que el jade tuvo en la vida china. La primera es el "Ritual de los Theou" en donde se señalan los ritos y usos de esta dinastía y la segunda obra es la teoría del filósofo taoísta Pao-Pu-Tzu, el cual alegaba que de las montañas donde se producía el jade fluía un líquido que quedaba coagulado en una sustancia como el cristal, diez mil años después de que saliese de la roca. Si esta sustancia se hervía, volvía a ser líquida y una pócima confeccionada con este líquido podría hacer vivir a una persona miles de años, por tanto en el lenguaje alquimista el nombre "jade" se daba a un elixir de la inmortalidad.
En Oriente, la palabra para el jade es "Yu" que simboliza las cinco virtudes cardinales: caridad, modestia, coraje, justicia y sabiduría, aunque no sólo se ha aplicado este término a dicha piedra sino también a otras que ofrecen una dureza característica y son susceptibles de tomar un bello pulimento como el ágata, el cuarzo...
En Occidente, la palabra jade designa dos materiales diferentes: la nefrita y la jadeita. La primera es silicato de calcio y magnesio fundamentalmente aunque a veces contiene varias cantidades de hierro y otros óxidos que le dan su variedad de colores. Su tacto es aceitoso, su dureza es de 6,5 y aunque no puede rallarse con un cuchillo, se puede romper en pedazos si se tira violentamente al suelo. La jadeita, por su parte, es silicato de sodio y aluminio con un índice de dureza 7; su estructura es cristalina y más translúcida. La diferencia entre ambas es muy difícil de precisar ya que poseen muchos colores comunes.
El jade puede presentar diversidad de pigmentos como el blanco más o menos puro, gris, bistre, amarillo, marrón, rosa y todas las variedades de verde que toman una intensidad más o menos profunda según la proporción de hierro que contenga la piedra. En la mayoría de los casos es translúcido aunque existe una variedad opaca de color marfil que se califica como "jade muerto" o "quemado". No lleva ningún tipo de decoración pintada, sin embargo algunas piezas estaban revestidas de una capa de ocre rojo, sustancia que según las creencias orientales poseía virtudes mágicas de vida y curación.
La técnica que se ha utilizado para trabajar este material ha sido la misma desde hace siglos. En un principio nos encontramos con un material tosco y áspero que se va puliendo con un rodete preparándolo así para su talla, siendo utilizados los abrasivos durante todo el proceso. Los artistas debían pulirlos minuciosamente para buscar el juego de luz en la sustancia opaca.
El valor de la pieza viene dado por su tamaño, color y marcas, siendo esencial que no tenga ningún ángulo cortante. Por la dificultad que presenta al ser tallado y el tiempo que se tarda en realizar una pieza, sólo se utiliza este material para crear fundamentalmente figuras de pequeño tamaño.
Existen multitud de problemas al datar cualquier figura de este tipo. En primer lugar, antes de la dinastía Ch'ing (1644-1911), las inscripciones en los objetos realizados con jade eran poco comunes a excepción de los que se hacían para enterramientos de la familia imperial o del propio emperador. En segundo lugar, al ser un material duro, ha conservado a través de los años su aspecto primitivo. Hay que señalar igualmente que la técnica de trabajo no ha cambiado con el paso del tiempo así como su temática que, aunque variada, se perpetúa a lo largo de las dinastías utilizándose a menudo el lenguaje artístico de épocas anteriores.
Otro problema que impide su exacta datación es la procedencia de estas piezas, ya que la mayor parte de ellas no provienen de excavaciones científicas sino que han sido obtenidas de manera clandestina en campos de excavación o tumbas. Al presentar las piezas sin contexto, es muy difícil fecharlas o determinar su empleo. Puede ayudarnos en la datación de estos objetos el estudio de los bronces ya que muchas veces los artesanos utilizaron como ejemplo los objetos hechos de este material y copiaron las tipologías pasándolas a elementos en jade.
Las piezas que se exponen en el Museo de la Real Academia, procedentes de la donación Faure, pertenecen en su práctica totalidad a la dinastía Ch'ing (1644-1911) a excepción de una figura de Buda que pensamos pertenece a la dinastía Ming (1368-1644).
Todas las piezas están realizadas en un mismo material aunque de tonalidades diferentes que abarcan desde el verde oscuro y opaco hasta otras más claras y transparentes. Esta diferenciación de colores se debe a la proporción de hierro contenido en la piedra, siendo el verde manzana el color favorito por excelencia. Sólo una de ellas conserva restos de pintura dorada careciendo las demás de todo vestigio de policromía por lo que suponemos que nunca lo tuvieron.
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Mª Pilar García Sepúlveda
Carmen Heras Casas
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