Composición en torno a un espejo con batientes en el que la Regenta se contempla mientras se peina. Ejecutada con la calidad realista que caracteriza al artista, ambientada en un tiempo distante, poético soñado e irreal, pero a la vez presente, constituye un excelente testimonio de dominio técnico. En su reverso, figura femenina desnuda y aguja de la catedral de Oviedo. La forma aproximadamente circular de este relieve de dos caras sitúa la pieza claramente en el contexto de la medallística. La pieza conmemora el centenario del libro al que hace referencia.

Hijo y nieto de orfebres, a temprana edad se inició en el taller familiar en las técnicas de cincelado y dorado. Su formación prosiguió en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y, entre 1949 y 1954, en la de Bellas Artes de San Fernando. Becado por la Fundación Juan March viajó a Italia y Francia, lo que le permitió entrar en contacto tanto con las grandes obras renacentistas como con las de Marino Marini y otros escultores contemporáneos. A partir de 1965 inicia su concurrencia a exposiciones dentro y fuera de España, en algunas ocasiones ya como medallista. A partir de 1970 ocupó la plaza de Profesor de Modelado de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. A lo largo de su trayectoria ha obtenido numerosos galardones, entre ellos el Premio Especial del Concurso Internacional de Escultura Figurativa de Japón, y el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1982. 

Elegido académico el 28 de abril de 1986, ingresó en la corporación el 17 de abril de 1988, ocupando la vacante de Pablo Serrano. Su discurso, titulado La medalla, territorio de la lectura, repasó el significado histórico de la medalla como documento, señalando sus características y comparándola con la poesía, otro excelente vehículo de expresión artística.