El holandés de Beer está documentado en Madrid en 1618, y según Espín Rael y Barrio Moya entre 1645 y 1650 pintó cuadros de altar para la desaparecida iglesia de las capuchinas de Murcia y para la de San Patricio de Lorca, algunos de los cuales se conservan. Antes de su llegada a España probablemente viajó a Italia, donde apreció el estilo de Francesco del Cairo. Su hija y discípula Maria Eugenia fue notable grabadora.
De acuerdo con la narración de la Leyenda Dorada y otras tradiciones, Sebastián fue oficial de Diocleciano y sufrió el martirio en Roma al comienzo de la persecución decretada por ese emperador. Fue atado a un árbol y acribillado a flechas, pero sobrevivió y fue curado por unas santas mujeres, representadas aquí por santa Irene, que sostiene la cuerda con la que el mártir fue sujetado. Se trata de un asunto muy representado en el siglo XVII. La composición de la escena marca una diagonal, centrada en la gran mancha blanca formada por el tocado de la santa y la tela que cubre la desnudez del mártir. Además, el artista utiliza una iluminación caravaggiesca y muestra un gusto por los escorzos violentos.
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