Nieto del alarife Francisco Bolarín Sainz e hijo del académico de mérito Francisco Bolarín García y Bárbara Gómez, nació en Murcia en 1805 y murió en la misma ciudad en 1872. Comenzó su andadura en la arquitectura al lado de su padre para después estudiar Matemáticas bajo la dirección de Facundo Ximeno, maestro del Real Cuerpo de Artillería de Marina. Los conocimientos prácticos de la profesión los obtuvo al lado del profesor Juan Bautista La Corte, ingeniero y comisario honorario de caminos, académico de mérito por las Reales Academias de San Fernando y San Carlos de Valencia que le ocupó en calidad de aparejador en varios trabajos los cuales supo desempeñar con gran acierto. A fin de adquirir los conocimientos del «buen gusto» se trasladó a Madrid, matriculándose como alumno de la Academia de San Fernando en la sala de arquitectura bajo la dirección de Antonio López Aguado.
El 20 de febrero de 1831 solicitó su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de Un magnífico cementerio general para la ciudad de Murcia (del A-4783 al A-4785) con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la certificación librada por Juan Bautista La Corte y la justificación de su conducta moral y política.
La Comisión de Arquitectura celebrada el 8 de marzo de 1831 examinó la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 13 del mismo mes, fecha en la que le sortearon los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 50, 91 y 109, que respondieron respectivamente: «Un Portico que presente la fachada de una catedral con dos torres laterales. Planta, fachada y corte», «Sala para hacer el estudio del Natural y otra para el antiguo con alguna habitación para el Portero. Se demostrará en planta, fachada y una sección» y «Un Parador en despoblado en que se puedan hospedar toda clase de personas, caballerias y carruajes. Planta, fachada y corte». De los tres asuntos eligió el nº 109, es decir, Una posada en despoblado (A-2096), elección que comunicó el 16 de marzo.
La Junta de Examen tuvo lugar el 26 de marzo de 1831, asistiendo a ella como vocales Juan Antonio Cuervo, Antonio de Varas, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno y Martín Fernández de Navarrete. Cotejada la obra de pensado con el ejercicio de repente que el interesado explicó con detenimiento una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Bolarín principió este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores acerca de las ciencias auxiliares a la arquitectura, en particular sobre la geometría para medir las líneas, superficies y sólidos. Después acerca de la medida de la esfera y sus secciones; la medición de los terrenos, las nivelaciones y el levantamiento de planos; las bóvedas y el método para fabricarlas; los cilindros, sus cortes y secciones; el modo de replantear un edificio; las semejanzas de las figuras y las proporciones de la escala con las medidas ordinarias; los requisitos de la buena construcción; el centro de gravedad y por último, los métodos para tasar los edificios.
Satisfechos los examinadores con el mérito de las obras ejecutadas como con las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le hallaron hábil para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 24 de abril de 1831, a los 26 años de edad.
A partir de 1832 le localizamos en Murcia y en 1837 colaborando en las obras de fortificación de la ciudad. En este año no sabemos con exactitud si fue él o su hijo Francisco Bolarín Gómez el que intervino en la alineación de la calle llamada Angosta de Santa Isabel que desembocaba en la plaza de dicho nombre para establecer en la casa del arquitecto Manuel Alcázar una casa de baños tomando las aguas del Val. El 26 de enero de 1837 Alcázar había solicitado permiso para establecer estos baños arreglando la fachada, por lo que se había presentado el perfil y el informe ejecutado por el arquitecto mayor de Murcia. Tan sólo se le dio licencia y permiso para enlucir dicha fachada, pero en su lugar la reforzó interiormente creando muros y machones de ángulo e intermedios, además de cerrar huecos y reparar el rompimiento de otros nuevos. En vista de esta desobediencia, el comisario de policía se personó en la obra para llevar a cabo el reconocimiento facultativo y demás diligencias relativas a este hecho poniéndolo en conocimiento del Ayuntamiento que, en su sesión del 13 de marzo y con vistas al informe del arquitecto mayor, acordó el derribo de la pared en cuestión a fin de que se labrase en la línea a la que estaba demarcada. Se notificó a Alcázar que comenzase el derribo en el término de tres días para que el arquitecto titular levantase el plano, los perfiles de la plaza y sus avenidas, así como para que certificase el estado de la antigua fachada por acuerdo tomado el 20 de marzo de 1837.
Del mismo modo, se acordó el 5 de mayo que el arquitecto Francisco Bolarín acompañase al arquitecto titular en la formación del plano topográfico de la casa, pero hubo una discordia entre ambos profesionales respecto a los puntos de la alineación, ya que el arquitecto titular presentó el plano y el proyecto en tres diferentes proyecciones que eran susceptibles de modificación, mientras que Bolarín la que creyó en concepto más oportuna a los fines propuestos. Ello motivó el nombramiento de Jerónimo Ros como perito en discordia, quien evacuó su informe el 7 de junio desentendiéndose de los fines para los que había sido nombrado porque tras ser examinado por el Ayuntamiento «más bien qe un dictamen imparcial y facultativo para el que fue nombrado como tercero, una defensa de la conducta de Alcázar en este particular».
Alcázar volvió a recurrir por escrito el 16 de junio y en vista de todo lo expuesto el Ayuntamiento acordó el 20 del mismo mes pasar el expediente al abogado consultor para que informase acerca del asunto. El 29 de junio el abogado evacuó su dictamen disculpando en cierto modo la obra de Alcázar, pero castigándole con la multa de 500 reales por su desobediencia con arreglo a la ley de 3 de febrero de 1823. No obstante, en vista de que el expediente había causado muchos problemas y disgustos, el Ayuntamiento de Murcia creyó oportuno remitir todo lo obrado a la Academia para que juzgase lo más conveniente.
La Comisión de Arquitectura reunida el 8 de agosto vio con pesar la desobediencia de Alcázar ante la autoridad municipal a la que debería haber respetado, sobre todo cuando era un arquitecto de esa Academia y por consiguiente estaba obligado más que nadie a cumplir la ley. Al estudiar los planos ejecutados respectivamente por el arquitecto titular y Francisco Bolarín, la Comisión escogió los del primero por ser la alineación más conforme y en cuanto a la demolición la estimó oportuna, no habiendo lugar a que no se llevase a cabo.
Curiosamente, a finales de 1838 llegó a la Academia para su censura y a través del gobernador político de la ciudad de Murcia un expediente instruido para la construcción de una fuente en la villa de Ricote, mandada erigir por una disposición de Sancho de Llamas, cuyo diseño y pliego facultativo había formado el arquitecto Juan Peralta. La Academia creía recordar haber censurado ya esta obra, tanto el diseño como el plano topográfico que señalaba la dirección de las aguas, por lo que consultó las juntas anteriores y comprobó que en la Junta del 10 de diciembre de 1833 había censurado el diseño de esta fuente, así como el informe facultativo y el cálculo detallado de la obra que habían remitido a censura los arquitectos Manuel Alcázar y Francisco Bolarín y Gómez. Del mismo modo, que había aprobado el proyecto en todas sus partes y que había comunicado a los interesados el poder proceder a su ejecución en limpio, con la advertencia de simplificar los remates, el cornisamento de la fachada y el frente de la citada fuente.
En la década de los cuarenta, Bolarín y Gómez elaboró otros tantos trabajos para la ciudad de Murcia: un informe sobre el estado en que se hallaba la casa-teatro y unas viviendas que se encontraban en ruina a fin de que fuesen demolidas (1844); la reforma de la casa de Rafael Miró en la plaza Puxmarina, nº 5 (1848) y la dirección de la casa en la calle Santa Quiteria, nº 5, propiedad de Juan Fernández Alarcón y Ergueta.
El 27 de noviembre de 1850 fue encargado por el gobernador de la provincia de Murcia para llevar a cabo el reconocimiento de la iglesia parroquial de Santa Catalina en dicha ciudad como del informe del coste que pudieran tener las obras de reparación. Verificado el reconocimiento, formó el presupuesto de los gastos para la reforma de su fachada y la construcción de su nueva torre, además del levantamiento de los planos de su estado junto con los de la reforma, documentos que remitió a informe el 12 de noviembre de 1851. El derribo de la torre se debía a los terremotos acaecidos en esta capital en 1829, los cuales habían quebrantado parte del edificio y la torre que se encontraba en aquella época a la altura de 126 pies y tres de desplome hacia Levante. Su mal estado hizo que la junta de Policía de Ornato ordenase su derribo hasta la parte en que podía ser segura, siendo reducida a 63 pies. Cuando se hizo cargo Bolarín de las obras se percató de que sus fábricas estaban muy deterioradas al haber quedado la torre sin cubierta una vez verificado su derribo. Por otro lado, la planta del templo era de rara invención y escaso el espesor de los muros. «La Yglesia de que se trata és de las primeras que se construyeron en esta capital, su planta se reduce á un rectangulo distribuidos en sus lados mayores unos machones impostados que sostienen sus arcos apuntalados sobre los cuales cargan á costilla las maderas de su cubierta, formando sus luces, unos artesonados propios de aquella epoca y adoptados generalmente en los templos que datan la antigüedad de este; entre los referidos machones se hallan colocadas las capillas y en su ultima crugía hasta la pared que forma la cabecera del templo el altar mayor y presbiterio». Para llevar a cabo la reforma de la fachada, Bolarín creyó necesario aumentar los resaltos de las pilastras con fábrica de ladrillo y demoler la torre hasta los cimientos. El pensamiento del arquitecto fue visto y aprobado por la Sección de Arquitectura el 23 de diciembre de 1851 y finalmente por la Academia en la Junta General del 11 de enero de 1852.
Pero durante los años cincuenta se encargaría de otras obras, tanto en la ciudad de Murcia como en su provincia: la construcción de la nueva torre del mediodía de la iglesia de San Lorenzo, la reparación de la torre de San Bartolomé, la reforma de la casa de María Martínez en la plaza de Santo Domingo, nº 19 y el proyecto de restauración de la iglesia parroquial de Espinardo. La censura de este último proyecto fue elaborada por Matías Laviña como delegado de la Sección de Arquitectura, quien en su informe fechado el 12 de septiembre de 1853, manifestó la buena capacidad del templo, su forma y distribución, pero al mismo tiempo el ser necesarias ciertas modificaciones, entre ellas suprimir las dos columnas del vestíbulo al impedir la visual y hacer de menor volumen las pilastras contiguas a ellas; rebajar el piso del coro; suprimir las dos columnas del presbiterio por ser innecesarias, oponerse a la economía y la limpieza a fin de poner en su lugar el púlpito, al cual podría darse comunicación por una de las tribunas laterales; ensanchar los machones que debían resistir el empuje de los arcos que sostenían el piso del tejado; suprimir los pilastrones almohadillados e igualar la altura de la cornisa interior y exterior; aligerar las ménsulas del alero del campanario; dar menor elevación a la cruz; abrir los lunetos un par de pies por lo menos para dar mayor vertiente al tejado y dejar incidir mejor la luz. Por último, Laviña incidió en la necesidad de que el arquitecto Bolarín realizase una memoria razonada del sistema que iba a seguir en la construcción de la obra, los materiales empleados y los artesanos que se iban a encargar de las operaciones en el remate y la decoración de la iglesia. El informe de Laviña fue aprobado por la Sección de Arquitectura el 20 de septiembre de 1853, no sin antes indicar al autor la conveniencia de llevar a cabo las modificaciones señaladas.
Mientras que concluía la obra anterior, Bolarín se ocupó del proyecto de iglesia parroquial de Librilla (Murcia), que remitió a informe de la Academia al tiempo que el arquitecto Juan Ramón Berenguer remitía el suyo para la misma obra. La Junta de la Sección celebrada el 28 de febrero de 1857 examinó tanto uno como otro, y viendo que eran muy diferentes acordó que lo más conveniente para continuar el culto era reparar la iglesia solamente en lo preciso y urgente para la seguridad de los fieles y el menor gasto posible mientras se decidiese el sitio más adecuado para la ubicación del nuevo templo.
A finales de 1858 llevó a cabo el plan para la reparación del templo que había sido catedral de Cartagena (Murcia), además de la iglesia parroquial de Santa María y sus ayudas San Diego y el Carmen en la misma ciudad. En cuanto al templo parroquial indicó que había formado el plano conservando los forjados antiguos, las pilastras, los cornisamentos y resaltos con el fin de economizar gastos, lo que pareció correcto a la Sección de Arquitectura reunida el 1 de diciembre de 1859, siempre que los ángulos de las cornisas fuesen de piedra si no los tenían, pues de hacerlos en yeso perecerían rápidamente y quedaría la fachada con un peor aspecto del que tenía en su día. Respecto al plano de las torres se consideró incorrecto debido a que había diseñado unos campanarios informes, pesados y sin orden, hecho por el que se le aconsejó que realizase otros nuevos, sencillos y con la esbeltez propia de una iglesia parroquial.
Por entonces le veremos trabajando también en una obra cumbre de nuestro patrimonio arquitectónico; nos referimos a la reparación de la iglesia de Guadalupe (Cáceres), ciñéndose en lo posible en adornar sus muros con el carácter que la Comisión de Monumentos le había aconsejado conservar. El proyecto fue censurado y aprobado por la Sección el 6 de abril de 1859, no sin antes advertirle que hiciese de medio punto la bóveda tabicada de la nave y adornase con más armonía la parte superior del retablo, aunque tuviese que añadir en él algún que otro cuerpo. El 26 de julio de este mismo año, remitió los planos en borrador de una capilla de comunión agregada a la iglesia parroquial de la villa de Fortuna (Murcia) con algunos detalles, el informe facultativo y el avance del coste de la obra. El proyecto fue aprobado por la Sección el 27 de septiembre de 1859, no sin antes indicarle que al construir la capilla procurase aligerar el muro del testero en vista de que no recibía empuje alguno de las bóvedas, siéndolo finalmente por la Academia en su totalidad en la Junta General del domingo 9 de octubre de ese mismo año.
Como consecuencia del derribo del convento de Santo Domingo (Murcia) en 1838, obra del siglo XVI, su solar fue comprado y destinado a fábrica de seda, hoy Jardín de la Seda, bajo el proyecto de Bolarín en 1862, mismo año en el que se inauguró la Fábrica de la Pólvora de Javalí Viejo bajo la dirección del mismo arquitecto.
El 29 de enero de 1866 la Academia le nombró académico correspondiente en Murcia por lo que el 7 de abril de 1866 hizo saber a la corporación académica haber recibido el comunicado con la buena noticia, como los Estatutos y Reglamentos de la Academia de San Fernando y el Estatuto de las Comisiones Provinciales de Monumentos. En este año solicitaría licencia para establecer unos baños públicos en Val de San Antonio.
Arquitectura. Catedrales, 1766-1862. Sig. 2-32-5; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1852-1857. Sig. 2-33-6; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1857-1868. Sig. 2-33-7; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1831. Sig. 2-9-5; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855 Sig. 1-30-2bis; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1848-1854. Sig. 3-91; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1819-1830. Sig. 3-88; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 108; Secretario general. Académicos correspondientes, 1865-1879. Sig. 1-53-1.
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM
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