Hijo de Carlos del Bosch y Mata, abogado de los Reales Consejos y oficial de la Real Biblioteca, y María Ventura Romaña, nació en Madrid el 20 de octubre de 1805 siendo bautizado en la iglesia parroquial de Santa María la Real de la Almudena. Desde 1826 se dedicó al estudio de las nobles artes, en particular de la arquitectura, convirtiéndose en alumno de la Academia de San Fernando.
Optó en 1831 al concurso de Premios Generales por la 3ª clase de Arquitectura, convocatoria a la que también se presentaron Fernando Carabantes, Patricio Velasco, Patricio Rodríguez, Juan Francisco Moreno, Ildefonso Vázquez de Zúñiga, Francisco Castellanos y Miguel de los Santos García. Al igual que ellos elaboró como ejercicio de pensado «[...] la fachada que en la casa del Excelentísimo Señor Conde de Altamira dispuso y egecutó el célebre arquitecto Don Ventura Rodríguez [...]» (A-1349) y como prueba de repente «[...] el capitel jónico de costado, planta y alzado» (obra no conservada de este opositor), programas que habían sido elegidos respectivamente en las juntas celebradas el 19 de diciembre de 1830 y 28 de septiembre de 1831. En la Junta General del miércoles 28 de diciembre de 1831 los vocales en número de 20 adjudicaron el 1º premio a Patricio de Velasco y los dos segundos premios a Francisco Castellanos y Carlos del Bosch, galardones que fueron distribuidos en la Junta Pública del 27 de marzo de 1832.
Mientras tanto y durante tres años, de 1830 a 1833, asistió al estudio particular del teniente director y académico de mérito Juan Miguel de Inclán, bajo cuya dirección aprendió los ramos del Dibujo natural y la Delineación, las Matemáticas y la práctica de la arquitectura, esta última a través de las mediciones, las tasaciones, la construcción y el replanteo de las obras que le fueron conferidas.
Gracias a la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 22 de enero de 1833 tenemos constancia que en estos momentos era discípulo de Inclán, lo mismo que Pedro García, Francisco Javier Berbén, Domingo Aguirre, Juan Ribera, Manuel Abad, Juan Manuel Caballero y Antonio López Parra. Como alumnos particulares de este maestro verificaron por estas fechas un viaje artístico al Real Sitio de San Lorenzo, viaje que tenía como objeto engrandecer «su espiritu y conocimientos con el examen y medida de aquel suntuoso y memorable edificio, deseosos de manifestar de algun modo el fruto de su expedición».
De todos los edificios existentes en la zona eligieron el hermoso templete del Patio de los Evangelistas, la casa de campo del célebre Villanueva y la iglesia parroquial del Escorial de Abajo, obra de Francisco de Mora, discípulo de Juan de Herrera. Midieron con exactitud y fidelidad todos estos monumentos de nuestro patrimonio edificado, diseñándolos y poniéndolos en limpio para ser presentados a la Academia a fin de que se vieran sus méritos y algún día pudiera la corporación académica admitirles como profesores. La Comisión de Arquitectura estudió con detenimiento cada uno de los dibujos y vio con satisfacción el esfuerzo que habían hecho los alumnos.
El 15 de abril de 1833 Carlos del Bosch solicitó de la Academia su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de Un panteón real (del A-4883 al A-4886), con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la partida de bautismo, la certificación de práctica librada por su maestro Juan Miguel de Inclán Valdés y la justificación de su conducta moral y política.
La Comisión de Arquitectura reunida el 16 de abril de 1833 reconoció la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del domingo 21 del mismo mes, fecha en la que le sortearon los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 16, 56 y 18, los cuales respondieron respectivamente: «Una panaderia publica con varios hornos para distintas cochuras y demas oficinas necesarias á donde há de concurrir el publico que guste de ver la maniobra. Planta, fachada y sección», «Una casa de Ayuntamto con su carcel correspondiente á un Pueblo de tres mil vecinos en sitio que no exceda de 150 pies castellanos por lado. Planta, fachada y corte» y «La cupula de una catedral sobre los cuatro arcos torales adornada con el orn que mas bien pareciere, y su bobeda de casetones. Planta y alzado exterior é interior». De los tres asuntos eligió el nº 18, es decir, una Cúpula con casetones (A-5318), elección que comunicó el 25 de abril.
La Junta de Examen tuvo lugar el 18 de mayo de 1833, asistiendo a ella como vocales Juan Antonio Cuervo, Juan Miguel de Inclán Valdés, Custodio Moreno, Miguel Fernández de Loredo y Martín Fernández de Navarrete. Cotejada la obra de pensado con el ejercicio de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Bosch principió este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores acerca de las proporciones aplicadas a las operaciones de la aritmética y geometría; el modo de reducir e igualar la superficie del círculo a la de un cuadrado y un triángulo; la práctica de la nivelación; lo que era arquitectura y su división en arquitectura civil, militar, naval e hidráulica. A continuación, dio a conocer los autores clásicos, especialmente Vitruvio y los conocimientos que éste exigía de un arquitecto. Posteriormente trató las cualidades de un edificio perfecto, los auxilios que prestan las matemáticas en la edificación y la solidez de los edificios; la distribución y comodidad de una casa; la belleza y el conocimiento del dibujo para los adornos; los tres órdenes de arquitectura; el replanteo de un edificio, las tasaciones y el modo de verificarlas, trazando los planos de los edificios a tasar. Por último, se le hicieron algunas preguntas sobre la buena construcción, el nivel, el aplomo y el trabazón; los arcos, las medias naranjas y las pechinas, así como algunas observaciones a su prueba de pensado en cuanto a los arcos y la bóvedas diseñadas.
Satisfechos los examinadores con el mérito de las obras ejecutadas, como con las explicaciones y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le hallaron hábil para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 2 de junio de 1833, a los 27 años de edad.
El 25 de noviembre de 1833 una real orden de la Reina gobernadora acordó estimular el genio de los profesores de la Academia de San Fernando a través de la erección de un Monumento artístico dedicado a consagrar la memoria del juramento hecho por Isabel II como princesa heredera de estos reinos y su advenimiento al Trono. Debía publicarse en los periódicos después de ser aprobado por S.M. y ofrecerse el premio honorífico y remuneratorio al profesor que la Academia estimase con mayor mérito de todos los presentados. Los autores tenían la libertad de diseñar el monumento que quisiesen en el lugar que creyesen más oportuno y el ganador obtendría un premio consistente en una medalla de oro de 6 onzas, que tendría la efigie de la Reina y en su reverso la inscripción laureada «Mª Cristina de Borbon Reina Gobª á N (qe será el nombre del qe obtenga el premio)».
La Academia tuvo preparado el programa el 16 de diciembre siendo aprobado por la Reina el 8 de enero de 1834. Los profesores que firmaron la oposición fueron Carlos del Bosch y Romaña; Pedro Manuel de Belaunzarán; Patricio Rodríguez; Andrés Coello; Manuel Rojas; Constantino Germán; Marcos Arnaiz; Diego Monroy y Aguilera (pintor de Cámara de S.M.); Antonio Capo González; Romualdo de Vierna; Narciso Labrador; Antonio Sancho y Arango; José María Guallart y Sánchez; Francisco García Martínez; Juan Morán Lavandera; José Gutiérrez (profesor de pintura); Francisco Elías Burgos; Juan José Ribera; Luis de Olarieta; Pedro García; José de Tomás; Francisco Javier Adán; Inocencio Ladrón de Guevara; Lorenzo Hidalga y Luis Rigalt. A éstos cabría añadir los nombres recogidos en la lista que el académico Antonio Celles remitió desde Barcelona a Custodio Moreno en febrero de 1834, en la que aparecían como opositores José Fontseré; José Oriol; Félix Ribas y los alumnos Onofre Alsamora, Víctor Martí, Pablo Gener, José Mestres, Francisco Barba, Antonio Rubira, Carlos Gras y Francisco Ribas. Asimismo, los de Fernando Llacer y Viana, académico de mérito por la Escultura de la Academia de San Carlos de Valencia; Francisco Guillén y Juan Lizusoain, este último profesor de Adorno y Decoración en Sevilla.
Las obras presentadas, un total de 23, fueron muy variadas respecto a su forma y ubicación. Algunos vieron el monumento como un obelisco, otros como un gran pedestal con escalinatas, un templete circular de diferentes órdenes, una columna o una fuente, en lugares tan dispares como la plaza de Oriente a espaldas del gran Teatro dando frente a la calle Arenal; en el sitio o paso del río Manzanares llamado del Vado, frente al puente de Santa Isabel, o en el sitio que ocupaba la Puerta de Atocha.
La Junta General celebrada a las 11 de la mañana el día 19 de septiembre de 1834 tuvo como objeto la adjudicación de los premios con arreglo al programa publicado en la Gaceta el 7 de enero anterior. Debido a que el viceprotector sufrió una grave enfermedad ocupó la presidencia el conde de Parcent al ser el consiliario más antiguo. A la junta asistieron 49 profesores, siendo el secretario Fernández de Navarrete y no habiendo podido acudir los académicos de honor marqués de Bajamar y el marqués de Piedra Blanca, así como los académicos de mérito Francisco Javier de Mariátegui, Elías Villalobos, José París y José Castelaro.
Estudiadas previamente todas las obras y ejecutada la votación secreta resultó que ninguna de ellas fue merecedora del premio, por lo que la Academia acordó comunicar al gobierno que fuese su instituto el que arreglase uno o más pensamientos del monumento artístico a fin de poder presentar alguno a S.M. que reuniese y conciliase el decoro como el esplendor de las artes.
En vista de lo acordado en la Junta anteriormente señalada, la Junta de la Comisión de Pintura, Escultura y Arquitectura reunida el 3 de diciembre de 1834 acordó sin embargo otra solución para resolver el problema. Consistía en volver a organizar una nueva convocatoria y publicación sencilla del mismo programa, debiendo añadir por escrito cada uno de los participantes las razones artísticas y filosóficas de las diferentes obras, el cálculo aproximativo del coste que tendrían y el sitio que consideraban más apto para su colocación.
El 1º de diciembre de 1835 se celebró la Junta de la Comisión de las Tres Nobles Artes en su segunda convocatoria para examinar las obras de oposición del monumento. Después de reconocidas se procedió a censurarlas, acordando su nulidad al no ofrecer mérito alguno por 14 votos en contra, que eran los sufragios correspondientes a los señores que habían estado presentes en la Junta. En vista de que el resultado había sido el mismo que en la primera convocatoria, la Comisión de las Tres Nobles Artes reunida el 22 de enero de 1836 creyó más oportuno encargar su formación y presentación a tres o más profesores para su desempeño, o bien invitar a sus individuos y demás profesores a contribuir todos al mismo objeto, con lo que sus trabajos y pensamientos se considerarían de interés común y de honor de la corporación a la que pertenecían.
Dejado aparte el concurso del monumento, Bosch y Romaña continuó su aplicación y los estudios de arquitectura después de su aprobación como arquitecto, hecho por el que el 8 de marzo de 1834 presentó a la Academia los diseños completos del Observatorio de San Blas del célebre Villanueva, además de la traducción y las láminas respectivas del tratado de sombras de Leveille para que la Corporación viera sus adelantamientos. El 4 de diciembre fue verificado todo lo presentado, trabajos que se vieron «formados con precision y exactitud, pudiendo la traduccion referida ser muy provechosa á los jovenes que estudian los principios de Arquitectª.».
A principios de 1835 fue admitido a los ejercicios para la clase de académico de mérito al tiempo que lo era también el arquitecto Francisco García Martínez. Los programas fueron sorteados en la Junta Ordinaria del 25 de enero, tocándole en suerte a Bosch y Romaña «el retablo, mesa de altar y tabernáculo del oratorio o iglesia de San Antonio de los Portugueses» y a García «el capitel corintio en planta, alzado y perfil, en escala mayor o proporcionada». El 11 de junio de 1835, Bosch dejó concluida su disertación «la apropiada colocación de las columnas y géneros de edificios que por ella resulta y describe Vitrubio, con cuanto hace relación a los mismos, y su aplicación a nuestra actual construcción, usos y costumbres», haciendo presente que ningún edificio podía ser bello si carecía de ordenación, es decir, de la apropiada colocación y comodidad de los miembros que componen un cuerpo arquitectónico.
Partiendo de las obras griegas, en las que todo es simétrico y ordenado, y en las que existe correspondencia entre todos sus miembros y partes, analizó los órdenes arquitectónicos (dórico, jónico y corintio) y los templos, haciendo una clasificación de los mismos según la disposición de sus columnas (próstilos, anfipróstilos, perípteros, pseudoperípteros, dípteros, hípetros y monópteros). A continuación, definió los intercolumnios dividiéndolos en función de la distancia entre columnas, contando que dicha distancia se marcaba en función del diámetro de la columna en picnóstilo (1,5), sístilo (2), diástilo (3), areóstilo (sin regla) y eústilo (2 diámetro y un cuarto). Enseguida se adentró en las pilastras, que para merecer este nombre debía tener basa, fuste y capitel. A su entender debían preferirse « á las columnas entregadas ó empotradas en los muros, porque haciendo entonces la figura de pies derechos que sostienen y forman los entramados de una fabrica mista, son mas naturales á escuadra que por redondo resultando tambien mejor union en las fabricas; ni tenemos tampoco por violento el que para la decoracion se hagan resaltar algun tanto de la pared, pues siendo los pies derechos los que arreglan y forman la parte principal de todo entramado parece apropiado aparentar aquel mayor grueso del que probiene el resalto que le indique».
No juzgó del mismo modo la pilastra aislada por la desagradable apariencia que presentaba a la vista, aunque la admitía en algunos casos. En cuanto al adorno de las pilastras, sólo entendía las estrías, siendo siete las acanaladuras que debían labrarse en su frente dejando sus costados lisos. Respecto a las columnas empotradas en los muros, las definió con las siguientes palabras: «por su mezquindad producen un efecto enteramente contrario á la magestuosa decoracion que presentan las esentas ó aisladas, por cuya razon no las usaron los antiguos Griegos, y las reprueba la critica moderna hasta el estremo de deber ser desterradas de la buena arquitectura. [...] cuando por alguna razon de combeniencia, si otras precision se hubiese de construir por este metodo resalten del muro las dos terceras partes de su diámetro».
Destacó los frontispicios, ornamentos surgidos por la necesidad más que por la belleza y después de adentró en la arquitectura romana, entendida como la heredera de la griega, aunque en ella se alternasen las proporciones de los órdenes. En su opinión, esta variación de los órdenes por parte de los romanos respondían a una mayor elegancia concedida a las columnas de los tres órdenes griegos, aumentando sus alturas y fijándolas en 8, 9 y 10 diámetros del sumóscapo, cuando los griegos solo tuvieron 6, 8 y 9 respectivamente; la basa de la columna dórica y la suplencia del plinto en la jónica, que no tenía; la disminución de la altura del entablamento, reduciéndose a la cuarta parte de la columna, y la mayor robustez de la cornisa al ser el principal elemento del entablamento. A su vez, la introducción de otros dos órdenes: el toscano y el compuesto, el primero de mayor simplicidad que el dórico y el segundo una combinación entre el jónico y el corintio.
Criticó severamente los llamados órdenes ático, pérsico, cariático y rústico, a los que calificaba de monstruosos, no de órdenes, y como parte de los abusos introducidos en la arquitectura. Asimismo, entre otros abusos distinguía el «empotrar las columnas en los muros quitandolas la gallardía y gentileza que tienen aisladas, cual siempre las emplearon los griegos [...] emplearlas cual queda insinuado, como mero adorno, y no como partes integrantes del edifici. [...] interrumpir el entablamento formando resaltos sobre las columnas empotradas, y á veces en las que decimos de mero adorn. [...] multiplicar las divisiones de las partes principales de los órdenes, confundiendolas con el crecido número de molduras y adornos [...] poner sin necesidad zocalos y pedestales debajo de las columnas, privandolas de la mayor gracia y magestad disminuyendo su grandeza y robustez [...] colocar frontones no solo en las puertas y ventanas esteriores sino en lo interior de los edificios, figurando un cubierto ó vertiente de tejado donde no puede estar».
Señaló los vicios y abusos introducidos en la arquitectura romana ya comentados por Vitruvio, que hicieron perder en tiempos de los primeros cristianos el carácter que había tenido, para tener sus máximas en la solidez y en el resalte de la figura de Cristo dejando de lado la elegancia y la majestad que habían tenido antaño. A esta etapa le siguió la llegada de los sarracenos, quienes aprovecharon obras ya antiguas para hacer sus construcciones, columnas y capiteles de diferentes tamaños, gusto y proporciones, los cuales mutilaron para ajustarlos a sus propios intereses. Pero contemporánea a esta arquitectura indicaba el florecimiento de la arquitectura gótica europea, una arquitectura no comparable a ninguna conocida hasta entonces y a la que seguiría la renacentista, que después de once siglos buscó en los edificios de la antigüedad las reglas de la bella arquitectura, para reestablecerla de mano de Brunelleschi, Alberti, Bramante, Peruzzi, Vigñola, Paladio, Scamozzi y concretamente en España por figuras de la talla de Alonso Berruguete, Vandelvira, Machuca, Bartolomé Bustamante y Juan de Herrera.
No obstante, después de este florecimiento llegó la arquitectura delirante y monstruosa introducida en España a través de las escuelas de Donoso, Herrera Barnuevo, Churriguera y Ribera, que dio paso a una época próspera y de buen gusto, cuyos principios serían difundidos por la Academia de San Fernando a través de sus académicos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Respecto a este último señaló: «si guiado Vitrubio por las reglas, maximas y preceptos que dejaron establecidas los Griegos, y apartandose enteramente del uso y libertad de sus tiempos en poner órdenes sobre ordenes, colocó en la Basílica de Jano las columnas ocupando el todo de su altura supliendo con retropilastras, ó parastades, el necesario apoyo para la colocacion del piso intermedio y su techo, nuestro sabio arquitecto Don Juan de Villanueva, para no interrumpir de modo alguno las de sus galerias altas de la fachada principal del Museo, aplicó este particular recurso y doctrinas con mayor ventaja, no siendo menor el acierto y maestria con que dispuso el cuerpo bajo en las mismas sin desdecir, ni menos cortar ó interrumpir el colosal del centro; y tambien el de la fachada al Jardín Botanico, que redujo á un embasamento, para recibir el hermoso y noble cuerpo que la decora». También afirmaba que la belleza griega podía apreciarse en otras obras del arquitecto, entre ellas el pórtico del Observatorio de San Blas o la fachada de ingreso del Museo en la subida de San Jerónimo. Asimismo, que la aplicación de los templos toscanos y grecorromanos se discernían en la rotonda del ante ingreso a los salones del Museo y en la apropiada elección del templete con que Villanueva remató el Observatorio y como el resumen de sus conocimientos del antiguo eran evidentes en los diseños conservados en la Academia del Panteón Regio y en el Oratorio de Caballero de Gracia.
Examinada la obra y la disertación se procedió a la realización de la votación secreta, en la que obtuvo 1 voto a favor y 16 en contra, resultado por el que se le denegó su admisión en la clase de académico de mérito en la Junta Ordinaria del 27 de septiembre de 1835.
En vista de su reprobación, Bosch remitió una carta a la Academia en la que, en términos «poco comedidos y respetuosos», solicitaba una nueva votación. Según consta en la Junta Ordinaria del 8 de noviembre de 1835, la Academia se opuso a dicha solicitud por los términos en los que había sido escrita, de ahí que un mes más tarde volviera a tener noticias del arquitecto a través de la remisión de una nueva carta donde el interesado daba muestras de su arrepentimiento y reconocía el haberse excedido en el premorial anterior (Junta Ordinaria del 13 de diciembre).
En 1838, siendo académico supernumerario, grado que le había sido concedido en la Junta Ordinaria del 6 de noviembre de 1836, volvió a solicitar el grado de académico de mérito presentado como prueba de pensado un pensamiento de su invención que respondía a «un arco de triunfo de cuatro frentes, ó entradas, que pudiera ser dedicado á un Heroe militar ó como Monumento de una señalada Victoria y particular acontecimto» además de dos disertaciones: una fechada en 1839 sobre «[...] la construcción de las bóvedas y estribaciones que deberán tener» y otra desarrollada en 1840 relativa a «[...] la construcción de un puente en que la abundancia y velocidad de las aguas no facilita se pueda construir por el método común».
En su disertación sobre la construcción de las bóvedas y estribaciones abordó de manera somera la construcción de las cimbras o cerchas, unidas a veces con tablones y otras con viguetas, indicando que cuando la bóveda tenía que llevar fajas o vaciados se dejaban formados sobre la cimbra para llevarlos con la fábrica al tiempo de su construcción. Reseñó la conveniencia de colocar las cimbras una en cada tramo o lo que es decir, de 7 en 7 pies, incluso a mayores distancias, con el fin de no aumentar el gasto en las bóvedas de cañón o en grandes arcos. Enseguida entró de lleno en la construcción de las bóvedas, bien en piedra, siendo necesario conocimientos de montea para su ejecución, o en ladrillo, éstas más habituales por su fácil construcción, menor empuje y mayor economía. Dentro de las bóvedas de ladrillo distinguió las tabicadas «[...] que se hacen de ladrillos puestos de plano unos á continuación de otros en toda su curba, de modo que viene á ser toda la bóveda como un tabique», cuyo mortero era de yeso al secar rápidamente.
Después de introducir ciertas consideraciones en torno a la calidad de los ladrillos para la formación de bóvedas, citando entre los mejores los bien cocidos, no los recocidos, continuó explicando el mejor momento para descimbrar y formar las paredes sobre las que éstas debían asentarse. A continuación, analizó el empuje que ejercían las bóvedas y lo que constituía un problema de mecánica, sólo remediable por medio del cálculo algebraico. Partiendo de la base de que el empuje de un arco es «el esfuerzo que hacen las dovelas de que está formado, para derribar los machones que las sostienen», se centró en el empuje de una bóveda que debía tener las mismas características que las del arco, por cuanto que las bóvedas no son más que un agregado de arcos unidos unos con otros. Este era el motivo por el cual el empuje de una bóveda provenía del diámetro y su montea, la clase de la curva que formaba el arco, el número de dovelas, el grueso del arco, la carga que tenía que sufrir y la altura de los machones. De ahí que se deduzca que según crezca la montea disminuya el empuje del arco y cuanto mayor sea el grueso del arco mayor pesará y mayores esfuerzos ejercerá en los machones, lo que conlleva dar mayor proporción a éstos. Por otro lado, cuanto mayor sea el brazo de palanca a que esté aplicado mayores empujes realizará, por tanto, para macizar dichos empujes se deban macizar los lugares donde la bóveda hace su mayor fuerza, aunque este lugar pueda variar en función de la bóveda utilizada. Recogió igualmente la fórmula para hallar el grueso de todo arco adintelado o a regla, el grueso de los machones de toda bóveda semicircular, el de los pilares de toda bóveda rebajada en el supuesto de estar formada por tres arcos de 60º cada uno, para finalizar su estudio introduciendo al final 7 figuras con diseños de diferentes arcos que ilustraban las explicaciones teóricas analizadas.
Respecto a su estudio sobre los puentes, distinguió los diferentes modos que tenían de obrar las aguas (por presión, corriente impetuosa y marea), para pasar después al análisis de los materiales indispensables que debían tenerse presentes a la hora emplearlos en una construcción hidráulica. Entre ellos citaba las piedras en sus diferentes tipos, calidades y resistencias (calcáreas, blancas y duras, el morillo); la cal común, hidráulica e hidráulica artificial, así como su conservación; la arena y otras sustancias que se mezclan con la cal; las puzolanas naturales y artificiales, los morteros comunes e hidráulicos y su preparación; las maderas, distinguiendo la que se encontraba en España bajo el nombre de pino de Cuenca y su resistencia. Posteriormente trató el aparejo en función de los materiales, los arcos, las bóvedas y los muros para señalar algunas observaciones referentes a la formación de un puente. También analizó la cimentación, distinguiendo tres tipos de terreno sobre el que se podía levantar este tipo de obras: «1º Duro como rocas, piedra esponjosa mas blanda, y pedroso, que no son daciles de taladrar; 2º Medianos ó incomprensibles despues de taladrados, presentandose arenosos y cascajos; y 3º Terroso desde la tierra vegetal hasta la arcilla», siendo de todos ellos el primero, el mejor para cimentar.
Dado que el terreno firme se encuentra en estas edificaciones a gran profundidad, incidió en la necesidad de hincar pilotes y estacas hasta el firme para consolidar el terreno, sujetando sus cabezas con maderas gruesas formando emparrillados y sobre éstos el comienzo de la edificación. Pero en caso de que el terreno firme estuviese a una profundidad muy superior, debía cubrirse toda la superficie que fuese a ocupar el puente con filas de estacas en sentido horizontal cuajando toda la superficie indicada, a lo que se llamaba hacer un zampeado. No obvió el proceso de la hinca de los estacones y las estacas, los emparrillados, los azudes y sus desagües, estos últimos realizados a través de la fuerza del hombre, caballos aplicados a las máquinas de desagüe, la rueda de Galas o las máquinas de vapor (bomba de Arquímedes, la rueda de tímpanos, las bombas de rosario, las ruedas de arcaduces, etc.).
Además, expresó otros métodos para la realización de las construcciones hidráulicas, como los cajones de madera, con o sin fondo horizontal, cuando la velocidad de las aguas no permitía emplear ningún método común y era imposible realizar azudes de estacones. Puso como ejemplo el puente de Westminster sobre el Támesis, cuya construcción describió paso a paso incluyendo diez ilustraciones en plantas y secciones muy bien detalladas.
Por todos estos trabajos, la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 5 de agosto de 1841 propuso a Carlos del Bosch para la clase de académico de mérito, grado que le fue concedido por unanimidad de votos en la Junta Ordinaria del 15 del mismo mes.
El 12 de enero de 1846, el teniente alcalde del Distrito de la Latina se puso en contacto con la Academia a consecuencia del reconocimiento y el deslinde que debía realizarse en la medianería de las casas ubicadas en la calle Hortaleza, nº 104 y 106 de la Manzana 316 (Madrid). El dueño de la casa nº106 era José Martín de Ballesteros, quien había nombrado por su parte a Bosch y Romaña para hacer el reconocimiento. La dueña de la casa nº 104 era Melchora Castillo, cuyo representante era Juan Balín, pero al no haber nombrado arquitecto alguno por su parte fue necesario solicitar de la corporación académica el 12 de enero de 1846 la designación de un profesor que en unión con Bosch y Romaña llevase a cabo los trabajos de reconocimiento. El nombramiento recayó en el académico de mérito Atilano Sanz y Pérez, quien aceptó el cargo el 17 de enero de 1846.
En colaboración con los arquitectos Juan José de Urquijo y Morán Lavandera, realizó el 4 de junio de 1846, a las 5 de la tarde y en presencia del juez de 1ª instancia Juan Riol, la nueva demarcación del terreno de la casa situada en la calle Ancha de San Bernardo esquina a la de San Vicente Alta, nº 74 nuevo, 3 antiguo, de la Manzana 492 (Madrid), levantando su perímetro con una superficie de 26.248 y 7/8 pies.2 El 15 del mismo mes se les notificó que ejecutasen una nueva tasación como segunda parte del auto de la Audiencia, tasación que dejaron concluida el 10 de julio y en la que incluyeron al pie, los derechos que debían percibir cada uno de los profesores por el trabajo elaborado.
Manuel de Mesa y Juan Bautista Peyronnet fueron nombrados por la Sección de Arquitectura para hacer el informe de los trabajos efectuados por Carlos del Bosch en una casa que debía construirse en la plazuela de la Paja, números 2 y 8, de la Manzana 133 (Madrid). Al no haber una tasación autorizada para poder hacer el justiprecio de dichos trabajos, ambos creyeron necesario su realización valiéndose de los métodos que ordinariamente eran usados, sistema que les permitió valorar el importe de los mismos en 6.500 reales de vellón. Enterada la Sección de Arquitectura que no existían tarifas oficiales para saber los derechos que debían percibir los profesores por todos los conceptos, llamó la atención sobre este asunto para que se ocupase inmediatamente del asunto y acabase definitivamente con los reiterados problemas que esto conllevaba. La Sección de Arquitectura reunida el 5 de marzo de 1850 aprobó el informe de Mesa y Peyronnet, al tiempo que les nombró asociados con Herrera para la redacción de proyecto de tarifa.
Poco antes del plan del Ensanche, se había llevado a cabo el proyecto de renovación interna más importante de la Villa: la configuración de la Puerta del Sol, que había comenzado en 1852 y no quedaría concluida hasta 1862, llevándose a cabo la propuesta de Lucio del Valle, Juan Rivera y José Morer en 1857. La renovación de la Plaza fue complicada porque llevaba intrínseca la expropiación de multitud de solares para lo que fue necesaria la promulgación de la Real Orden de 19 de septiembre de 1954. Gracias a ella se sometió a examen del Ayuntamiento el proyecto de Ensanche de la Puerta del Sol para la regularidad y embellecimiento de la capital como por el interés de los propietarios, pero para ello era necesaria la opinión de la Academia Nacional de San Fernando teniendo presentes los planos de la proyectada reforma. El lugar, además de encontrarse como resultado del derribo del Buen Suceso y la casa de beneficencia necesitaba de una regularización urgente por el «repugnante aspecto» que presentaba respecto al ornato público y sobre todo porque constituía el sitio más céntrico y concurrido de la ciudad.
El 17 de octubre de 1854 se entregó la comunicación original que la suprimida Junta Consultiva de Policía Urbana había elevado al gobierno el 19 de octubre de 1853. Junto a la comunicación oficial se adjuntó el proyecto de ensanche de la plaza formado por el plano, la decoración de las nuevas fachadas y el coste que podría suponer la realización del mismo, pero toda esta documentación era susceptible de ser ampliada con las alineaciones aprobadas para las calles de Alcalá, Arenal, Carretas, Mayor y demás.
La Sección de Arquitectura reunida el 27 de octubre de 1854, formada por París, Conde González, Sanz, Herrera de la Calle, Zabaleta, Peyronnet y Laviña sometieron de nuevo a examen el proyecto del ensanche, alineación y ornato de la Puerta del Sol. Estudiado todo con detenimiento, la Sección comunicó al Ayuntamiento que le era imposible dar su opinión al respecto debido a la escasez de los datos remitidos, ya que además faltaba uno sumamente importante: el estudio detallado de los desniveles y rasantes, aspecto del que no había podido ocuparse la Comisión encargada de la obra debido a la premura con que se había exigido la presentación del proyecto. Aparte, la Academia necesitaba conocer si el proyecto se encontraba en armonía con el pensamiento general de mejoras y reformas en el sistema de alineación de Madrid y tener a la vista las acordadas para todas las calles que desembocaban en la plaza, de ahí que comunicase al Ayuntamiento el no poder dar en este momento un dictamen favorable a lo presentado y la necesidad de que se ocupase de concluir el plano futuro de Madrid, dictamen de la Sección de Arquitectura aprobado por la Academia en la Junta General celebrada el 5 de noviembre de 1854.
En vista de los resultados obtenidos, el Ayuntamiento dispuso que sus arquitectos se pusieran a trabajar para recopilar la información que le había solicitado la Academia. El 17 de febrero de 1855 se recopilaron los datos suficientes, se ejecutaron los perfiles representados en el plano, las anotaciones de cada perfil, las acotaciones que expresaban los desniveles en los puntos principales y los diseños de las 10 calles que desembocaban en la plaza. Todo ello fue remitido a la Academia a la mayor brevedad, pero recibido el expediente el 19 de febrero a las 12 de la mañana y reunida la Sección de arquitectura a las 5 de la tarde de ese día continuándola el 20 a las 8 de la mañana, se echó de menos tener a la vista la comunicación del Ayuntamiento con todos los antecedentes de la obra.
Los arquitectos Matías Laviña y José Jesús Lallave fueron nombrados por la Sección de Arquitectura para examinar la reforma de la Puerta del Sol. Tras reconocer el lugar y estudiar el proyecto durante 12 largas horas tuvieron concluido el informe el 20 de febrero de 1855 llegando a las siguientes conclusiones: «1º la Conveniencia del proyecto; si bien llama la atencion pr haberles impresionado vivamente, sobre los 130 rs pr pie y 3 pr % de indemnizacion. 2º Encontrar el proyecto aceptable y estudiado bentajosamte, de una manera poco variable con escaso tiempo y medios. 3º Encontrarlo asi mismo realizable siempre que, atendiendo á ser una reforma y no un proyecto nuevo, el plano de asiento de la nueba plaza no sea un solo y mismo plano, sino una superficie compuesta de varias estudiadas con las intervenciones de diferentes planos de manera qe estas ni impidan en lo mas minimo el transito y servicio público de todo genero, antes sea mas asequible qe al presente».
El informe fue aprobado por la Sección el 22 de febrero de 1855 y seis días más tarde Peyronnet llevó a cabo la redacción del mismo, poniendo de manifiesto que se trataba de un proyecto que había exigido repetidas juntas y discusiones para poder conciliar los intereses del Ayuntamiento con los de los propietarios; que la población de Madrid necesitaba muchas reformas, pero una de las más importantes era ésta al ser lamentable y desdecir el aspecto de este espacio urbanístico tan reconocido en la Península y en el extranjero por su posición central, el número de calles que desembocaban en él y la multitud de carruajes y personas que transitaban por sus avenidas. Por otro lado, señalaba la necesidad de corregir la desigualdad de los frentes y la asimetría de las manzanas, estudiarlo desde el punto de vista artístico atendiendo a su disposición en planta y la ornamentación de sus alzados sin olvidar el cálculo del coste que debía tener, motivos por los que creía conveniente la ejecución del proyecto, máxime cuando la obra había sido declarada de utilidad pública.
En nombre de la Sección, Peyronnet comunicó la aprobación del ensanche proyectado, base del proyecto presentado al estar sus alzados bien entendidos y seccionados, no obstante, consideraba que hubiera sido más conveniente haber organizado un concurso público para tal ocasión a fin de haber elegido entre varios proyectos el mejor, ya que era un medio para estimular el genio artístico y obtener el mejor resultado en obras de tanta importancia. En cuanto a la cuestión económica, asunto que sólo pertenecía al Ayuntamiento, la Sección consideró oportuno señalar algunas indicaciones sobre todo respecto al tipo de indemnizaciones que debían pagarse.
La Sección de Arquitectura se volvió a reunir el 24 de febrero de 1855 para examinar la reforma de este espacio urbanísticos. Examinó el proyecto presentado susceptible de modificación desde dos puntos de vista: el artístico y económico, este último limitado tan sólo a la parte de la tasación facultativa para la expropiación. En cuanto al aspecto artístico, aprobó en su totalidad la planta y los alzados, aunque creyó oportuno el haber abierto un concurso público ante la relevante obra de la que se trataba. Por otro lado, sobre el coste del proyecto vio poco exacto el tanteo realizado por la Junta porque se había señalado como indemnización la cantidad de 132 reales por pie superficial incluyendo las construcciones cuando las casas tienen un valor absoluto y otros relativos, y en cada finca las construcciones pueden poseer gran variedad de valores en función de la calidad y el estado de las mismas.
Debido a que el informe anterior había calificado el proyecto de bueno y aceptable, pero podía ser susceptible de mejoras, la Junta de la Sección reunida el 7 de marzo de 1855 aprobó la planta y la alineación de los nuevos edificios, aunque no así los alzados. Por este motivo se acordó la realización de un nuevo pensamiento de decoración de las fachadas, a cuyo fin era necesaria la convocatoria de un concurso tomando como base la planta aprobada y limitándose sólo a los alzados, o en su defecto que el Ayuntamiento encargase su estudio a los arquitectos de la villa, para que después se escogiese el que mejor reuniese los requisitos exigidos.
Cumpliendo con este dictamen, el 20 de septiembre de 1855 fueron remitidos a la Academia 5 proyectos y 6 proporciones para el ensanche de la Puerta del Sol, a fin de elegir el que más conviniese a su objeto. El primero, pertenecía al conde de Hamal y D. E. Mamby, cuyos planos estaban firmados por los arquitectos Pedro Tomé, Juan de Madrazo y Aureliano Varona; el 2º de José Antonio Font estaban suscritos por el arquitecto José Acebo; el 3º, de Juan Salas y Sivilla, fue remitido sin dibujo alguno; el 4º, del marqués de Aserreta, sólo contenía un dibujo sin autoría; el 5º, de Pascual Hidalgo y Compañía estaban formado por un dibujo sin firma, y por último el 6º, de Carlos del Bosch y Romaña, se componía de un dibujo firmado por el propio arquitecto.
Los planos quedaron en la sala de la Academia para que fuesen vistos por los profesores y para que después pasasen la censura de una comisión formada por tres individuos de su seno. Como miembros de esa comisión fueron elegidos por votación secreta en la Junta de la Sección de Arquitectura del 24 de septiembre, Antonio de Zabaleta, José París y Antonio Herrera de la Calle, quedando como suplente Eugenio de la Cámara; sin embargo, tras la renuncia de Zabaleta al cargo, Eugenio de la Cámara se convertiría en miembro de la comisión. Estos individuos debían emitir un informe sobre los proyectos, pero también sobre la exposición dirigida a la Academia por Modesto Gozálbez, en su nombre y en el de sus hermanos Gonzalo y Francisco, como propietarios de la casa nº 7 moderno y 3 antiguo en la expresada Puerta del Sol, a fin de que se tomase en consideración los perjuicios que les ocasionaría de aprobarse el proyecto del conde de Hamal y Mamby por el referido ensanche si en el futuro eran despojados de su propiedad.
El dictamen adoptado por la mayoría de los miembros de la Academia en la Junta General del 6 de octubre de 1855 fue el siguiente: no tomar en consideración los proyectos cuyos planos no fuesen firmados por un arquitecto, de lo que se deducía que quedaba fuera los de Juan Sala y Sivilla, el marqués de Asarreta y Eugenio Pascual Hidalgo, limitándose el examen a los proyectos del conde de Hamal y Mamby, José Antonio Font y el arquitecto Carlos del Bosch y Romaña por reunir todos los requisitos legales.
Tres fueron los puntos principales que se examinaron en los proyectos: la figura de la planta, la decoración de los alzados y el espacio franco resultante para el público. Respecto a las plantas, la Academia halló mayor regularidad y simetría en el proyecto de Hamal y Mamby, y mayor amplitud en el de Font, sin embargo, no dejaban de necesitar alguna ratificación. Respecto a las fachadas, encontraron desafortunados los arcos que algunos arquitectos habían levantado en la entrada de las calles del Carmen y Preciados al ser inútiles y quitar las vistas, luces y desahogo de las casas, por lo que fueron aprobadas las fachadas de Hamal y Mamby firmadas por los arquitectos Aureliano Varona y Juan de Madrazo, prefiriendo la Sección la de este último siempre que la severidad de la ornamentación fuese completada en su ejecución. Por último, en cuanto al espacio reservado para uso público, se entendió que el proyecto del conde de Hamal y Mamby era el que más se acercaba al objetivo a seguir por llevar hasta 157 pies la seguridad transitable.
Todos los estudios veían el proyecto de Hamal y Mamby como el que mejor satisfacía las necesidades y las condiciones requeridas, tanto en planta como en alzado; que debía darse a la plaza 570 pies en su lado mayor y 158 pies en su lado menor según se había marcado con tinta encarnada en el plano de los señores antes citados, sin embargo, la Sección fue muy parca a la hora de tratar las condiciones económicas por ser ajenas a la índole de la Academia.
El 11 de abril de 1857 se dieron las condiciones higiénicas y constructivas a las que debían sujetarse los nuevos edificios de la Puerta del Sol: la alineación de los edificios sujeta a la traza señalada en los planos aprobados por el Gobierno de S.M.; la decoración exterior sujeta a la aprobación de la Academia y la obligatoriedad de los constructores de presentar al Gobierno la forma, las plantas y secciones de los edificios; la altura total, el nº de pisos y sus alturas respectivas relacionadas con el ancho y la situación de las calles; hacer posible que en los proyectos de decoración las líneas horizontales de cada fachada corriesen en lo posible como continuación de las fachadas laterales; tener presente la proximidad del Canal de Isabel II en las nuevas edificaciones y la distribución de sus aguas en el interior de la población; la ejecución de los cimientos de las nuevas construcciones a la profundidad conveniente y sobre suelo firme con mampostería ordinaria o ladrillo recocho, con mezcla de cal de Valdemorillo o en su defecto cales grasas combinadas con polvo de teja o ladrillo; la cubrición de los sótanos con bóvedas de ladrillo a rosca, dejando lumbreras necesarias para la iluminación y ventilación; el empleo de la sillería en las fachadas exteriores prevenida por la Ordenanza y en las interiores o de patios un zócalo de 0,56 metros (2 pies); la construcción de las medianerías con ladrillo, nunca con madera; los muros de fachadas exclusivamente de fábrica, pudiendo ser sustituidos en algunos casos por pies derechos u otras construcciones de hierro laminado, forjado o fundido, pero en ningún modo con madera excepto en los sotobancos; la posibilidad de ejecutar los tabicones de carga o de crujía con entramados de madera, los pisos o entramados horizontales con viguerías espaciadas y los marcos que exigían los anchos de crujía. Sobre este asunto se especifica el buen resultado que el hierro está dando en los pisos en el extranjero y que entonces se estaba introduciendo en España, de ahí que se mencionara su conveniente uso generalizado en sustitución de la madera como normalmente estaba ocurriendo en nuestro país.
Respecto a las armaduras, debían construirse con la solidez que exigían las distribuciones, cubriéndolas con teja a la romana cogidas con mezcla en sus boquillas, limas y caballetes; de plomo o zinc los canales para recoger las aguas de lluvia, las cuales se dirigirían por los tubos de bajada, éstos ejecutados con los mismos metales en toda su longitud en los patios y hasta la altura de 3 m por lo menos del piso de la calle en las fachadas exteriores, desde donde descenderían empotrados en el muro siendo de hierro fundido. Asimismo, el piso de la planta baja debía quedar elevado cuanto menos 0,50 m sobre el de la acera contigua al edificio.
En cuanto a la superficie de cada solar, se destinaba 1/6 parte para patios de iluminación y ventilación, pudiéndose disminuir a ¼ parte, cuando se estableciesen patios comunes a dos o más casas. Asimismo, se reglamentaba el volumen de los dormitorios (12 m3), las escaleras, los retretes y comunes, estos últimos inodoros conocidos con el nombre de bombillos, con bajadas de hierro fundido; y por último, el servicio de aguas comunes que debía disponerse con arreglo al sistema aprobado y publicado por el Concejo de Administración del Canal de Isabel II.
La Junta de la Sección de Arquitectura reunida el 23 de abril de 1857 examinó y aprobó el proyecto de decoración para la Puerta del Sol formado por el ingeniero de caminos Carlos María de Castro. La aprobación fue unánime a excepción del marqués del Socorro, que manifestó no estar conforme con poner como centro de las alineaciones el edificio ocupado por el Ministerio de la Gobernación. El 1 de mayo de ese mismo año la comisión de académicos nombrada para informar sobre la obra emitió el correspondiente informe, reseñando que el proyecto debía ser asequible y realizable sin que exigiera sacrificios superiores a los que era posible hacer, no siendo viable hacer la reforma completa de la barriada inmediata a la Puerta del Sol debido a que la topografía del terreno obligaba a realizar numerosas y costosísimas expropiaciones. Esto significaba que la reforma debía ceñirse a ensanchar y mejorar la Puerta del Sol sin tomar de sus accesorias nada más que la zona puramente precisa para la regularización de las embocaduras de las calles; no obstante, también se aprobaron otros puntos no menos importantes:
En estos momentos también se censuró el proyecto de ornamentación elaborado por Castro, el cual se encontró carente de unidad y distribución en sus adornos, ya que unas partes estaban recargadísimas y otras eran muy sencillas a base de ornamentaciones pobres y mezquinas. Se observó que no existía correspondencia entre la planta y las fachadas, lo mismo que entre los arcos de las puertas de las tiendas y el resto del conjunto, los vanos y las alturas. Por último, respecto al pliego de condiciones facultativas e higiénicas, la Academia estaba de acuerdo en que la utilización del hierro en los suelos era conveniente, pero aún no factible en España debido a la existencia de excelentes maderas de buena calidad a un módico precio y la industria de la fabricación del hierro estaba poco desarrollada en nuestro país. En cuanto al empleo del cinc para las bajadas de las aguas pluviales, no lo creía conveniente por su poca durabilidad y resistencia a las influencias atmosféricas. Tampoco estaba de acuerdo con algunos puntos tocantes a la escalera, como la exclusión absoluta de las espirales o el señalar como tipo mínimo para el ancho de los tramos de escalera 1,50 m cuando en muchas ocasiones bastaba con 1 m. Este dictamen de la Sección sería aprobado por la Academia en la Junta General del 3 de mayo de 1857.
Mientras tanto, la Sección de Arquitectura celebrada el 8 de mayo de 1857 censuró y aprobó la concesión de licencia a Manuel de Santayana, con objeto de edificar conforme a los planos aprobados por el Gobierno de S.M. para la reforma de la Puerta del Sol, la casa situada en la Carrera de San Jerónimo, nº 2, Puerta del Sol números 1 y 3, dictamen que sería aprobado por la Academia en la Junta General del 7 de junio de 1857. Veinte días más tarde se censuraría el expediente sobre las condiciones higiénicas y la distribución de las casas números 5, 7, 9 y 11 de la Puerta del Sol esquina a la calle de Carretas, nº 1, cuyos planos se hallaron el 28 de mayo perfectamente entendidos y arreglados, tanto en su distribución como en su decoración; no obstante, respecto a la casa nº 11 esquina a la de Carretas, propiedad de Maltrana, debía disponerse llegando el gabinete de la esquina hasta la fachada de la calle Carretas suprimiendo el tabique divisorio de la pieza sin nombre y la alcoba de en medio debía recibir la amplitud procedente de la supresión del pasillo de al lado que debía desaparecer.
La Sección de Arquitectura se volvió a reunir en sucesivas ocasiones para tratar las obras de la Puerta del Sol. Lo hizo los días 10 y 18 de junio y 5 julio de 1857, momento en que atendiendo a la necesidad que tenía el director facultativo de las obras en tomar copias de los planos de los solares de Madrid contenidos en los libros que poseía la Academia y obtener los datos necesarios para llevar a cabo la medición de dichos solares y la tasación de las fincas que debían expropiarse, la corporación académica acordó poner a disposición de este funcionario y de su ayudante, el arquitecto Antonio Ruiz de Salces, los citados libros que se encontraban custodiados en el Archivo de esta institución.
El 18 de julio se remitieron a informe los planos de los solares de las casas que debían construirse y el 29 de julio fueron examinados por la Sección de Arquitectura y la Academia el pliego de condiciones generales y facultativas, particulares y económicas para la subasta del derribo de las casas de la plaza. Lógicamente sólo podían intervenir en esta fase grandes capitalistas, por lo que se privaba a los pequeños a tomar parte en la subasta, ya que los plazos en los que se debían hacer los cobros eran muy cortos y perentorios.
Antes de acabar el mes, la Sección reunida el 31 de julio fue del parecer que, aunque no tenía nada más que informar sobre esta obra porque la figura y dimensiones de la nueva Puerta del Sol ya estaban establecidas como la dirección y el ancho de las calles afluentes a la misma, incluso las alineaciones a las que debían sujetarse en lo sucesivo las casas contiguas a las expropiadas por la Administración, podían hacerse algunas modificaciones en las líneas que marcaban su perímetro. Entre estas modificaciones indicaba la colocación de algún recuerdo histórico, fuente, arco u otra construcción decorativa que diese un aspecto más monumental y grandioso a su espacio y se corregirse la excesiva longitud de la plaza respecto a su ancho. En cuanto a las rasantes, la alineación de las fachadas y las condiciones higiénicas la Academia estaba conforme en todo con lo presentado, incluso con la decoración adoptada en sus fachadas porque, aunque ésta no podía calificarse de esencialmente artística ni monumental era apropiada a las casas de alquiler que eran su objeto.
Por orden del ministro de la Gobernación se le encargó al arquitecto Juan Bautista Peyronnet la realización de una serie de adiciones al mismo proyecto de reforma, cuyos honorarios correspondientes a los planos, memoria y demás trabajos serían aprobados en la Junta General del domingo 7 de noviembre de 1858. A finales de año fue remitido a censura de la Academia el proyecto y el plano de reforma para el embellecimiento de la plaza firmados por el arquitecto Juan Rom. Fue examinado por la Sección de Arquitectura el 14 de diciembre de 1858, junta que observó como la obra se reducía a variar la dirección de la calle de Preciados y del Carmen desde el punto que lo permitían las expropiaciones practicadas, sacándolas perpendicularmente a la fachada que miraba al Mediodía y que suprimiendo la calle de la Zarza se conservaban intactas las líneas generales de la planta aprobada por las Cortes. Aunque con ello se conseguía una forma más regular de los solares enajenables aumentando su extensión, el proyecto de Rom sería desechado por varios motivos: primero, porque cambiaba la dirección de algunas calles y no lograba ninguna euritmia en la distribución de las masas y la correspondencia de las bocacalles; segundo, porque no era acertada la supresión de la calle de la Zarza y tercero, porque disminuía el desarrollo de las líneas de fachada reduciendo el número de tiendas y locales para el comercio, por consiguiente, reducía el precio de los solares en la subasta y destruía en parte el objeto comercial de la plaza. A todo ello cabría añadir la imposibilidad de realizar por ahora un proyecto de reforma mientras no se formase una nueva ley, en cuyo caso se anunciaría un concurso público al que pudieran presentarse todos los profesores de arquitectura.
En vista de lo expuesto, la Sección no pudo considerar el pensamiento de Rom «[...] como una de esas modificaciones que mas ó menos oportunas, se ocurren facilmente al que examina un proyecto formado y estudiado por otra persona, y entiende que comparado con el que se está preparando para su ejecucion, reconocido generalmente como poco adecuado basta por el mismo Consejo de Admon en su informe no desmerece nada, pues los inconvenientes que presenta estan quiza compensados con otras ventajas, como con algunas mayor regularidad en los angulos y en la forma de los solares, la apertura de la calle del Carmen y el aumento de terrenos enagenables; pero no cree que en el estado á que han llegado las cosas sean estas ventajas de tal magnitud que por ellas solas deba intentarse la derogacion de la Ley vigente y formacion de otra nueva».
El 18 de junio de 1859, la Junta formada por Eugenio de la Cámara, José Jesús Lallave, Morán y Narciso Pascual y Colomer bajo la presidencia de Aníbal Álvarez como académico más antiguo, se reunió para proceder al nombramiento del presidente y secretario de la Comisión de Arquitectura, cargos que recayeron respectivamente en Aníbal Álvarez y Pascual y Colomer. En estos momentos S.M. encargó a la Academia el estudio y la propuesta de las modificaciones que tuvieran que llevarse a cabo en la planta ya aprobada de la Puerta del Sol, motivo por el que era necesario tener a la vista todos los datos geométricos y topográficos del terreno, el estudio de los niveles, las rasantes y demás para el mejor desempeño de su cometido, así como disponer de uno o dos hábiles delineantes.
El 22 de junio el Consejo acordó remitir a la Academia todos los estudios que la corporación académica había solicitado, entre ellos, el plano topográfico de la citada reforma hecho con arreglo a la Ley de 28 de junio de 1857 y reales órdenes posteriores, con la aprobación de las modificaciones del trazado de la calle de la Zarza y las rasantes de las calles afluentes a la plaza. Pero ese mismo 22 de junio, la Sección de Arquitectura se volvió a reunir, excusando su asistencia Juan Bautista Peyronnet. Se procedió al examen de los diferentes proyectos remitidos por el Gobierno y tras su censura se halló el más aceptable el propuesto por la Junta Consultiva de Policía Urbana, no sin antes manifestar los defectos advertidos en el trazado aprobado por la citada ley de 1857.
Debido a la premura con que se exigía la resolución del asunto, la Academia acordó realizar un croquis de la reforma que proponía a modo de anteproyecto junto con un informe que expresase las razones que le habían motivado su realización de esa manera. El trazado propuesto por la Academia tenía «la inmensa ventaja de ser mas sencillo, de aprovechar mas en beneficio del arte y de la conveniencia publica el inmenso derribo practicado; toma por base la fachada del Ministerio de la Gobernacion, reduce la longitud de la plaza á 544 pies la ensancha hasta 273, es decir, 100 pies mas que la actual trazada, produce con estas dimensiones una razonada proporcion en su area y dirigiendo el eje de la calle de preciados al medio de la fachada del ministerio permite dar tan oportuna direccion á las demas calles afluentes que se produce una simetrica correspondencia entre estas y las manzanas de casas determinando lineas de fachada mucho mayores que las actuales, particularmente en las tres que hacen frente al Ministerio, lo cual producirá masas de edificacion de un carácter mas monumental y mas digno del pensamiento que ha debido conducir a esta reforma. Esta importante variación no exije ni mas expropiacion ni mas gasto al presentado y solo toma de la actual superficie vendible la insignificante cantidad de 4500 pies propiamente, cantidad qe no duda la Comision sera algo menor al hacer el estudio definitivo [...]». Otra de las reformas que la Comisión vio factible, no como parte integrante del proyecto sino como de utilidad y para poder ser ejecutada paulatinamente, era la apertura de una calle que iniciada en la Puerta del Sol condujese a la plaza de las Descalzas y proporcionase una salida a la calle Peligros.
La memoria descriptiva del proyecto del Ensanche y sus calles afluentes propuesta por la Dirección Facultativa de las mismas obras como modificación del proyecto aprobado por la Ley de 28 de junio de 1857 fue concluida el 9 de julio de 1859. En ella quedaron reseñadas las condiciones principales que se habían procurado satisfacer en el proyecto, habiéndose tomado como principios: que la reforma y el ensanche facilitase el tránsito de carruajes y caballerías como de la gente de a pie, mejorando los medios de comunicación entre las calles principales de la población que vertían y se cruzaban en la plaza; que la reforma se sujetase estrictamente a la expropiación verificada hasta ese momento; que se ejecutase la simetría y el ornato de las fachadas que daban a la plaza regularizando sus avenidas, y por último, que se aprovechase al máximo el suelo expropiado.
Tras señalarse los principios de la reforma, la memoria se centró en la explicación del proyecto, comenzando con la elección del centro, su forma y ejes, para continuar con la necesidad de suprimir los callejones de la Tahona, las Descalzas y Preciados como vías públicas, aunque conservando sus entradas por las servidumbres que prestaban y los servicios que presentaban a las casas contiguas. Seguidamente se indicaba la necesidad de ejecutar chaflanes en la intersección de las calles del Carmen, Zarza y Negros, como la ejecución del proyecto y una comparativa de las áreas que habían quedado disponibles para la edificación, a fin de indicar las ventajas que tenía este nuevo proyecto respecto al desarrollado por la Academia y aprobado por la ley:
En cuanto a la memoria elaborada por la Junta Facultativa de las Obras del Ensanche, la Sección de Arquitectura reunida en la Junta Extraordinaria el 17 de julio creyó poco afortunados los términos, como los calificativos y agravios en ella hallados contra la propia Sección, sobre todo cuando la Academia, no estando obligada a intervenir en este tipo de cuestiones, había formulado en muy poco tiempo un croquis que no debía dársele más importancia que la de un anteproyecto. Por estas consideraciones y la conveniencia del servicio público, la Academia solicitó de S.M. poder ser relegada del cargo que le había sido confiado sobre este asunto, pues deseaba «evitar todo conflicto y ulterior desabrimiento, conservando intacta la dignidad de su carácter y no decayendo de la consideracion que las leyes le conceden [...]».
La súplica no fue concedida pues el 20 del mismo mes la Reina dispuso que el informe de la Academia fuese evacuado sin demora porque así lo exigía la conveniencia pública y ningún conflicto podía entorpecer este objeto, ya que las observaciones del croquis hechas por la Dirección Facultativa habían sido expuestas con ánimo de acertar en lo posible en esta obra de tanta importancia y sin pretender agravio alguno del cuerpo académico.
Obedeciendo las órdenes de S.M., la Sección de Arquitectura del el 31 de julio de 1859 emitió un extenso informe sobre el proyecto presentado por la Dirección Facultativa de las Obras, el cual fue aprobado por la Academia en la Junta General del 31 de ese mismo mes. El informe quedó dividido en dos partes claramente diferenciadas: la parte artística y la económica, esta última acompañada de un documento, letra A, recogiendo los errores y contradicciones advertidas en los datos numéricos de la memoria junto con las correcciones que debían hacerse en la memoria desarrollada por la Dirección Facultativa.
Con la renovación de este enclave se reforzó su valor representativo atrayendo las actividades comerciales y financieras de la ciudad, y la uniformidad de las fachadas definió su espacio sirviendo de modelo a la arquitectura que se levantaría posteriormente en sus alrededores. De la obra del Ensanche de la Puerta del Sol, el Archivo de la Academia conserva 13 planos que responden a los números: Pl-214/225.
Dejando aparte las obras de la Puerta del Sol y retomando la actividad de Bosch y Romaña, sabemos que el 13 de marzo de 1869 Rafael de Adán puso en conocimiento de la Academia el fallecimiento de Manuel López Santaella y José Mª Antela, ambos pertenecientes a la Comisión de Monumentos de Cuenca, como el traslado a otra provincia del canónigo José Antonio Parrilla y la ausencia de Carlos del Bosch en esta capital por residir en la suya, lo que había motivado la supresión de su plaza de arquitecto provincial. Esto tuvo como resultado la reducción a 7 del número de los individuos de dicha Comisión de Monumentos y la necesidad de nombrar a otros profesores para ocupar las vacantes. La Academia quedó enterada del asunto el 15 del mismo mes, día en el que la Junta Ordinaria acordó que fuese informada la Comisión Organizadora de las Provinciales. El 21 de junio se cubrieron las vacantes, previo nombramiento de Isidoro de Arribas, Calixto Jiménez y Francisco Almazán.
Arquitectura. Monumentos públicos. S. XIX. Sig. 2-28-3; BOSCH Y ROMAÑA, Carlos del. Disertación de la construcción de las bóvedas y estribaciones que deberán tener. Madrid, 1839. Sig. 3-311-17; BOSCH Y ROMAÑA, Carlos del. Disertación sobre la apropiada colocación de las columnas y géneros de edificios que por ella resulta y describe Vitrubio, con cuanto hace relación a los mismos, y su aplicación a nuestra actual construcción, usos y costumbres. Madrid, 1835. Sig. 3-308-19; BOSCH Y ROMAÑA, Carlos del. Disertación sobre la construcción de un puente en que la abundancia y velocidad de las aguas no facilita se pueda construir por el método común. Madrid, 1840. Sig. 3-311-18; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1833. Sig. 2-10-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1839-1850. Sig. 1-30-5; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855 Sig. 1-30-2; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Monumentos conmemorativos, 1787-1876. Sig. 2-28-8; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Puerta del Sol de Madrid, 1855-1859. Sig. 2-28-12; Distribución de los premios concedidos por el Rey N.S. a los Discípulos de las Tres Nobles Artes hecha por la Real Academia de S. Fernando en la Junta Pública de 27 de marzo de 1832. Madrid: Impresores de Cámara de S.M., 1832; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1831-1838. Sig. 3-89; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1839-1848. Sig. 3-90; Secretario general. Académicos correspondientes, 1866-1880. Sig. 1-53-2; Secretario general. Académicos de honor, 1820-1845. Sig. 1-40-7; Secretario general. Solicitudes de nombramiento de profesores para reconocimiento de obras de arquitectura, pintura, escultura y grabado, 1779-1862. Sig. 2-27-5
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM
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