Hijo de José de Madrazo y la italiana Isabel Kuntz, nació en Madrid el 6 de mayo de 1829 y murió en la misma ciudad el 7 de febrero de 1880. Provenía de una familia de artistas pues su padre era pintor de cámara de Carlos IV, profesor de colorido, director de Pintura, director de la Academia de San Fernando y académico de mérito de la Academia de San Luca de Roma. Pero, además, sus hermanos destacarían sobremanera en sus respectivas profesiones, ya que Federico consiguió ser uno de los mejores retratistas europeos de la época; Pedro eligió la carrera de leyes y llegó a ser un destacado crítico e historiador del arte, y Luis, también pintor, siguió con acierto a su hermano Federico en el género del retrato.
Juan trabajó como aprendiz en el Palacio Real de Madrid bajo la dirección de Domingo de Lafuente hasta que el 28 de septiembre de 1845 solicitó su ingreso en la Escuela Especial de Arquitectura atendiendo a que tenía los estudios preeliminares que eran exigido. Con este fin presentó la fe de bautismo, las certificaciones del 1º y 2º año de Matemáticas, además de las certificaciones de haber aprobado Dibujo lineal y Química general. Ante estos antecedentes fue admitido como alumno en el 1º año de carrera el 13 de noviembre de 1845.
Todos los discípulos del primer año cursaron entre las 9 y 11 de la mañana, las asignaturas de Cálculo diferencial e integral y las Aplicaciones de las matemáticas a los usos de la arquitectura; entre las 11 y 12, un día sí y otro no, Geometría descriptiva pura y aplicada a las sombras, concretamente Perspectiva con un profesor y un agregado, mientras que entre las 11:30 y 15:00 la asignatura de Dibujo.
Madrazo vivió las revueltas acontecidas en la Escuela a lo largo del curso de 1848 y 1849, que consistieron en grandes protestas, problemas disciplinares, ausencia en las aulas y faltas de insubordinación por parte de los alumnos. Se debía a la Real Orden de 28 de noviembre de 1848, por la que quedaron suprimidos los dos años de práctica que eran exigidos para obtener el título, dejando automáticamente a los estudiantes de 3º, 4º y 5º año de carrera matriculados en 1º, 2º y 3º curso del nuevo plan. Entre estos desórdenes figuraban los acontecidos en la cátedra que desempeñaba Manuel María de Azofra, clase en la que los discípulos se negaron a responder a las preguntas del profesor, lo que motivó la emisión de la Real Orden de 15 de diciembre de 1848, acordándose la expulsión de cualquier alumno desobediente fuese cual fuese su número; que aquellos que no asistiesen a clase se les anotarían las faltas para que llegado el número prevenido perdiesen curso y aún como oyentes no se les permitiese asistir en lo sucesivo; incluso en caso de que la insubordinación exigiese la fuerza armada, los discípulos fuesen entregados a los tribunales. Esta orden fue comunicada al director de la Escuela y a través de éste a todos los profesores. Sin embargo, no era la primera vez que eran expulsados estudiantes del centro, ya que Carlos Botello del Castillo, discípulo del 2º año de carrera, lo había sido en 1847 y Cirilo y Ramón Salvatierra en 1848, habiendo sido readmitidos por la Junta de Gobierno el 6 de mayo de 1848, en atención a las manifestaciones de sus padres y sus buenos propósitos.
Enterada la Reina de los sucesos acontecidos por los alumnos del 1º y 2º año de arquitectura, acordó emitir la Real Orden de 31 de enero de 1849 que, a propuesta de la Junta de Profesores, tuvo como consecuencia la expulsión de los promotores de las revueltas (Simeón Ávalos, Manuel Giménez y de Ropero, Pedro Fores y Pallás, Bibiano Guinea, Joaquín Vega, Manuel María Muñoz, Aquilino Hernández, Antolín Sagasti, Juan Torras y Guardiola, Luis Villanueva y Arribas, José Sarasola y Pequera, Anastasio Menéndez, José Limó y Fontcuberta y Manuel Villar y Valli), como la de aquellos que no habían cumplido las asistencias reglamentarias a las diferentes clases (Dionisio de la Iglesia, Carlos Mancha y Escobar, Francisco Urquiza y José Segundo de Lema).
Aunque se acordó no admitir a matrícula a los alumnos expulsados ni a los borrados por falta de asistencia, lo cierto es que en su mayoría fueron readmitidos por la Real Orden de 16 de mayo de 1849, una vez arrepentidos de sus actos. A partir de entonces, se exigió a los aspirantes para solicitar la matrícula ir acompañados de sus padres, tutores o encargados responsables de su conducta y acreditar no haber tomado parte en las revueltas que habían motivado dichas disposiciones, recordándoles al mismo tiempo que cualquier falta de subordinación se castigaría en lo sucesivo con arreglo a las Reales Órdenes de 15 de diciembre de 1848 y 31 de enero de 1849.
En la Escuela tuvo como profesores a Inclán Valdés, Eugenio de la Cámara, Jesús de Lallave, Peyronnet, Pascual y Colomer, Zabaleta y Aníbal Álvarez, encontrándose entre sus compañeros Rogent, Jareño, Gándara y Demetrio de los Ríos.
A principios de 1852 solicitó su admisión al examen final de carrera presentando el proyecto de Un gran salón con destino a armería para el palacio de un grande (del A-5171 al A-5173) con su correspondiente memoria facultativa y el avance del coste de la obra. Fue examinado y aprobado en la clase de arquitecto por la Junta de los Sres. Profesores del 1 de marzo de 1852, a los 25 años de edad, siendo conformado por la Junta General de la Academia el 7 del mismo mes.
Tres meses más tarde, concretamente el 3 de junio de 1852, elaboró en colaboración con Antonio Conde y González y Aníbal Álvarez los «Principios y leyes de perspectiva aérea aplicables al dibujo arquitectónico y topográfico, tanto al claroscuro como al colorido y de la elección y composición de las tintas en este último caso». Comenzaron su estudio con la Perspectiva, a su entender, tarea aplicable como lenguaje de la arquitectura y la topografía, además de efecto visual de los objetos. Es la que da el claroscuro, la que decide la forma de las cosas, la que da relieve y acerca o aleja a la vista. Continuaron la obra con el dibujo arquitectónico y el topográfico, en el que es más necesario el conocimiento de la perspectiva aérea porque, aunque sean dibujos en grande a escala, indican objetos y distancias muy separadas. En el dibujo topográfico las sombras son importantes de indicar que los arrojados, al contrario que en el dibujo arquitectónico. Respecto al colorido de los planos topográficos hay que esforzarse mucho menos para obrar la perspectiva aérea.
En este mismo año de 1852 optó a la plaza de profesor de Dibujo Topográfico y de Arquitectura en las Escuelas de Bellas Artes de Valencia, para cuyo fin realizó el dibujo de Un lago formado por las vertientes de una cadena de cerros que lo rodean, cubiertos de roca en su parte superior (A-3752) que le proporcionó la plaza en la Junta General del 11 de julio de este mismo año. También obtuvo la cátedra de Delineación y Topografía de la misma carrera con el sueldo anual de 10.000 reales, no obstante, en 1853 pasó a ocupar la plaza de profesor de Composición y Parte legal en la Escuela de maestros de obras, director de caminos vecinales y agrimensores de Valencia.
Dos años más tarde se trasladó a Madrid, pero suprimidas las Escuelas de Maestros de Obras pasó a la Escuela de Aparejadores y Agrimensura, donde publicó un tratado de Agrimensura Legal e inició otro sobre Arquitectura popular. Por entonces se estaba llevando a cabo el estudio del proyecto de renovación interna más importante de la villa: la configuración de la Puerta del Sol, que había comenzado en 1852 y no finalizaría hasta 1862, llevándose a cabo la propuesta de Lucio del Valle, Juan Rivera y José Morer en 1857.
Su renovación fue complicada porque llevaba intrínseca la expropiación de multitud de solares, para lo que fue necesaria la promulgación de la Real Orden de 19 de septiembre de 1954. Gracias a ella se sometió a examen del Ayuntamiento el proyecto de Ensanche de la Puerta del Sol para la regularidad y embellecimiento de la capital, así como por el interés de los propietarios, pero para ello era necesaria la opinión de la Academia Nacional de San Fernando teniendo presentes los planos de la proyectada reforma. El lugar, además de encontrarse como resultado del derribo del Buen Suceso y la casa de beneficencia necesitaba de una regularización urgente por el «repugnante aspecto» que presentaba respecto al ornato público, pues constituía el sitio más céntrico y concurrido de la ciudad.
El 17 de octubre de 1854 se entregó la comunicación original que la suprimida Junta Consultiva de Policía Urbana había elevado al gobierno el 19 de octubre de 1853. Junto a la comunicación oficial se adjuntó el proyecto de ensanche de la plaza formado por el plano, la decoración de las nuevas fachadas y el coste que podría suponer la realización del mismo, pero toda esta documentación era susceptible de ser ampliada con las alineaciones aprobadas para las calles de Alcalá, Arenal, Carretas, Mayor y demás.
La Sección de Arquitectura reunida el 27 de octubre de 1854, formada por París, Conde y González, Sanz, Herrera de la Calle, Zabaleta, Peyronnet y Laviña sometieron de nuevo a examen el proyecto del ensanche, alineación y ornato de la Puerta del Sol. Estudiado con detenimiento, la Sección de Arquitectura comunicó al ayuntamiento que le era imposible dar su opinión al respecto debido a la escasez de datos remitidos, ya que además faltaba uno sumamente importante: el estudio detallado de los desniveles y rasantes, aspecto del que no había podido ocupar la comisión encargada de la obra debido a la premura con que se había exigido la presentación del proyecto. Además, la Academia necesitaba conocer si el proyecto se encontraba en armonía con el pensamiento general de mejoras y reformas en el sistema de alineación de Madrid y tener a la vista las acordadas para todas las calles que desembocaban en la plaza. Por todo ello comunicó al ayuntamiento no poder dar en este momento un dictamen favorable a lo presentado y la necesidad de que se ocupase de concluir el plano futuro de Madrid, dictamen de la Sección de Arquitectura que había sido aprobado por la Academia en la Junta General celebrada el 5 de noviembre de 1854.
En vista de los resultados obtenidos el ayuntamiento dispuso que sus arquitectos se dispusieran a trabajar para recopilar la información que le había solicitado la Academia. El 17 de febrero de 1855 se recopilaron los datos suficientes, se ejecutaron los perfiles que se representaban en el plano, las anotaciones de cada perfil y las acotaciones que expresaban los desniveles en los puntos principales, como también los diseños de las 10 calles que desembocaban en la plaza. Todo ello fue remitido a la Academia a la mayor brevedad, pero recibido el expediente el 19 de febrero a las 12 de la mañana y reunida la Sección de Arquitectura a las 5 de la tarde de ese mismo día, continuándola el 20 a las 8 de la mañana, se echó de menos tener a la vista la comunicación del ayuntamiento con todos los antecedentes de la obra.
Los arquitectos Matías Laviña y José Jesús Lallave fueron nombrados por la Sección de Arquitectura para examinar la reforma de la Puerta del Sol. Tras reconocer el lugar y estudiar el proyecto durante 12 largas horas tuvieron concluido el informe el 20 de febrero de 1855 llegando a las siguientes conclusiones: «1º la Conveniencia del proyecto; si bien llama la atencion pr haberles impresionado vivamente, sobre los 130 rs pr pie y 3 pr % de indemnizacion. 2º Encontrar el proyecto aceptable y estudiado bentajosamte, de una manera poco variable con escaso tiempo y medios. 3º Encontrarlo asi mismo realizable siempre que, atendiendo á ser una reforma y no un proyecto nuevo, el plano de asiento de la nueba plaza no sea un solo y mismo plano, sino una superficie compuesta de varias estudiadas con las intervenciones de diferentes planos de manera qe estas ni impidan en lo mas minimo el transito y servicio público de todo genero, antes sea mas asequible qe al presente».
El informe fue aprobado el 22 de febrero de 1855 y seis días más tarde Peyronnet llevó a cabo la redacción del mismo, poniendo de manifiesto que se trataba de un proyecto que había exigido repetidas juntas y discusiones para poder conciliar los intereses del ayuntamiento con los de los propietarios; que la población de Madrid necesitaba muchas reformas pero una de las más importantes era ésta, al ser lamentable y desdecir el aspecto de este espacio urbanístico tan reconocido en la Península y en el extranjero por su posición central, el número de calles que desembocaban en él y la multitud de carruajes y personas que transitaban por sus avenidas. Por otro lado, señalaba la necesidad de corregir la desigualdad de los frentes y la asimetría de las manzanas, estudiar el proyecto desde el punto de vista artístico atendiendo a su disposición en planta y la ornamentación de sus alzados sin olvidar el cálculo del coste que debía tener, motivos por los que creía conveniente la ejecución del ensanche, máxime cuando la obra había sido declarada de utilidad pública.
En nombre de la Sección, Peyronnet comunicó la aprobación del ensanche proyectado, base del proyecto presentado al estar sus alzados bien entendidos y seccionados, sin embargo, consideraba que hubiera sido más conveniente haber organizado un concurso público para tal ocasión a fin de haber elegido entre varios proyectos el mejor, ya que era un medio para estimular el genio artístico y obtener los mejores resultados en obras de tanta importancia. En cuanto a la cuestión económica, asunto que sólo pertenecía al ayuntamiento, la Sección de Arquitectura consideró oportuno señalar algunas indicaciones sobre todo en cuanto al tipo de indemnizaciones que debían ser pagadas.
La sección se volvió a reunir el 24 de febrero de 1855 para examinar la reforma de este espacio urbanísticos. Censuró el proyecto presentado susceptible de modificación desde dos puntos de vista: el artístico y económico, este último limitado tan sólo a la parte de la tasación facultativa para la expropiación. En cuanto al aspecto artístico, aprobó en su totalidad la planta y los alzados, aunque creyó oportuno haber abierto un concurso público ante la relevante obra de la que se trataba. Respecto al coste del proyecto vio poco exacto el tanteo realizado por la Junta, porque se había señalado como tipo para la indemnización la cantidad de 132 reales por pie superficial incluyendo las construcciones, cuando las casas tenían un valor absoluto y otros relativos, pues en cada finca, las construcciones tenían gran variedad de valores en función de la calidad y el estado de las mismas.
Debido a que el informe anterior había calificado el proyecto de bueno y aceptable, pero podía ser susceptible de mejoras, la Junta de la Sección de Arquitectura reunida el 7 de marzo de 1855 aprobó la planta y la alineación de los nuevos edificios, aunque no así los alzados. Por este motivo se acordó la realización de un nuevo pensamiento de decoración de las fachadas, a cuyo fin era necesaria la convocatoria de un concurso tomando como base la planta aprobada y limitándose sólo a los alzados, o en su defecto que el ayuntamiento encargase su estudio a los arquitectos de la villa para que después se escogiese el que mejor reuniese los requisitos exigidos.
Cumpliendo con este dictamen, el 20 de septiembre de 1855 fueron remitidos a la corporación 5 proyectos y 6 proporciones para el ensanche de la Puerta del Sol a fin de elegir el que más conviniese a su objeto. El primero era del conde de Hamal y D. E. Mamby, cuyos planos estaban firmados por los arquitectos Pedro Tomé, Juan de Madrazo y Aureliano Varona; el 2º pertenecía José Antonio Font y lo estaban por el arquitecto José Acebo; el 3º, de Juan Salas y Sivilla, fue remitido sin dibujo alguno; el 4º era el del marqués de Aserreta y sólo contenía un dibujo sin autoría; el 5º correspondía a Pascual Hidalgo y Compañía, y estaba formado por un dibujo sin firma, mientras que el 6º era de Carlos del Bosch y Romaña y se componía de un dibujo firmado por el propio arquitecto.
Los planos quedaron en la sala de la Academia para que fuesen vistos por sus miembros y pasasen la censura de una comisión formada por tres individuos de su seno. Como miembros de esa comisión fueron elegidos por votación secreta en la Junta de la Sección de Arquitectura del 24 de septiembre, Antonio de Zabaleta, José París y Antonio Herrera de la Calle, quedando como suplente Eugenio de la Cámara, sin embargo, tras la renuncia por ausencia de Zabaleta al cargo, Eugenio de la Cámara ocuparía su lugar. Todos ellos debían emitir un informe sobre los proyectos, pero también sobre la exposición dirigida a la Academia por Modesto Gozálbez en su nombre y en el de sus hermanos Gonzalo y Francisco como propietarios de la casa nº 7 moderno y 3 antiguo en la expresada Puerta del Sol, a fin de que se tomase en consideración los perjuicios que les ocasionaría de aprobarse el proyecto del conde de Hamal y Mamby por el referido ensanche si en el futuro eran despojados de su propiedad.
El dictamen adoptado por la mayoría de los miembros académicos en la Junta General del 6 de octubre de 1855 fue el siguiente: no tomar en consideración los proyectos cuyos planos no estuviesen firmados por un arquitecto, de lo que se deducía que quedaba fuera los de Juan Sala y Sivilla, el marqués de Asarreta y Eugenio Pascual Hidalgo, limitándose el examen a los proyectos del conde de Hamal y Mamby, José Antonio Font y el arquitecto Carlos del Bosch y Romaña por reunir todos los requisitos legales.
Tres fueron los puntos principales que se examinaron en los proyectos: la figura de la planta, la decoración de los alzados y el espacio franco resultante para el público. Respecto a las plantas se halló mayor regularidad y simetría en el proyecto de Hamal y Mamby, pero mayor amplitud en el de Font, sin embargo, no dejaban ambos de necesitar alguna ratificación. Respecto a las fachadas encontraron desafortunados los arcos que algunos arquitectos habían levantado en la entrada de las calles del Carmen y Preciados al ser inútiles y quitar las vistas, las luces y el desahogo de las casas, por lo que fueron aprobadas las fachadas de Hamal y Mamby que habían sido firmadas por los arquitectos Aureliano Varona y Juan de Madrazo, prefiriendo la Sección la de este último siempre que la severidad de la ornamentación fuese completada en su ejecución. Por último, en cuanto al espacio reservado para uso público, la Academia entendió que el proyecto del conde de Hamal y Mamby era el que más se acercaba al objeto por llevar hasta 157 pies la seguridad transitable.
Todos los estudios veían el proyecto de Hamal y Mamby el que mejor satisfacía las necesidades y las condiciones requeridas, tanto en planta como en alzados; que debía darse a la plaza 570 pies en su lado mayor y 158 pies en su lado menor según se había marcado con tinta encarnada en el plano de los señores antes citados, aunque la Sección de Arquitectura fue muy parca a la hora de tratar las condiciones económicas al ser ajenas a la índole de la Academia.
El 11 de abril de 1857 se dieron las condiciones higiénicas a las que debían sujetarse en su construcción los nuevos edificios de la Puerta del Sol: la alineación de los edificios sujeta a la traza señalada en los planos aprobados por el Gobierno de S.M.; la decoración exterior sujeta a la aprobación de la Academia y la obligatoriedad de los constructores de presentar al Gobierno la forma y el modo de las plantas y secciones de los edificios; la altura total, el nº de pisos y sus alturas respectivas relacionadas con el ancho y la situación de las calles; hacer posible que en los proyectos de decoración las líneas horizontales de cada fachada corriesen en lo posible como continuación de las fachadas laterales; tener presente la proximidad del Canal de Isabel II en las nuevas edificaciones y la distribución de sus aguas en el interior de la población; la ejecución de los cimientos de las nuevas construcciones a la profundidad conveniente y sobre suelo firme con mampostería ordinaria o ladrillo recocho con mezcla de cal de Valdemorillo o en su defecto cales grasas combinadas con polvo de teja o ladrillo; la cubrición de los sótanos con bóvedas de ladrillo a rosca dejando lumbreras necesarias para la iluminación y ventilación; el empleo de la sillería en las fachadas exteriores prevenida por la Ordenanza y en las interiores o de patios un zócalo de 0,56 m (2 pies); la construcción de las medianerías con ladrillo, nunca con madera; los muros de fachadas exclusivamente de fábrica, pudiendo ser sustituidos en algunos casos por pies derechos u otras construcciones de hierro laminado, forjado o fundido, pero de ningún modo con madera excepto en los sotobancos; la posibilidad de ejecutar los tabicones de carga o de crujía con entramados de madera, los pisos o entramados horizontales de viguería espaciadas y con los marcos que exigían los anchos de crujía. Sobre este asunto se especificó el buen resultado que el hierro estaba dando en los pisos en el extranjero y que entonces se estaba introduciendo en España, por lo que se mencionó su conveniente uso generalizado en sustitución de la madera como normalmente estaba ocurriendo en nuestro país.
Respecto a las armaduras, debían construirse con la solidez que exigían las distribuciones, cubriéndolas con teja a la romana cogidas con mezcla en sus boquillas, limas y caballetes; de plomo o zinc los canales para recoger las aguas de lluvia, las cuales se dirigirían por los tubos de bajada, éstos de los mismos metales en toda su longitud en los patios y hasta la altura de 3 m por lo menos del piso de las calles en las fachadas exteriores desde donde descenderían empotrados en el muro siendo de hierro fundido. Asimismo, el piso de la planta baja debía quedar elevado cuanto menos 0,50 m sobre el de la acera contigua al edificio.
En cuanto a la superficie de cada solar se destinaba 1/6 parte para patios de iluminación y ventilación, pudiéndose disminuir a ¼ parte cuando se estableciesen patios comunes a dos o más casas. Se reglamentaba asimismo el volumen de los dormitorios (12 m3), las escaleras, los retretes y comunes, estos últimos inodoros conocidos con el nombre de bombillos y con bajadas de hierro fundido, mientras que el servicio de aguas comunes debía disponerse con arreglo al sistema aprobado y publicado por el Concejo de Administración del Canal de Isabel II.
La Junta de la Sección de Arquitectura del 23 de abril de 1857 examinó y aprobó el proyecto de decoración arquitectónica para la Puerta del Sol formado por el ingeniero de caminos Carlos María de Castro. La aprobación fue unánime a excepción del marqués del Socorro, que manifestó no estar conforme en poner como centro de las alineaciones el edificio ocupado por el Ministerio de la Gobernación. El 1 de mayo de ese mismo año la comisión académica nombrada para informar sobre esta obra emitió el correspondiente informe, reseñando que el proyecto debía ser asequible y realizable sin que exigiera sacrificios superiores a los que era posible hacer, no siendo viable hacer la reforma completa de la barriada inmediata a la Puerta del Sol debido a que la topografía del terreno obligaba a realizar numerosas y costosísimas expropiaciones. Esto significaba que la reforma debía ceñirse a ensanchar y mejorar la Puerta del Sol sin tomar de sus accesorias nada más que la zona puramente precisa para regularizar las embocaduras de las calles; no obstante, otros puntos aprobados fueron los siguientes:
En estos momentos también se censuró el proyecto de ornamentación elaborado por Castro, el cual se encontró carente de unidad y distribución en sus adornos, ya que unas partes estaban recargadísimas y otras eran muy sencillas a base de ornamentaciones pobres y mezquinas. Se observó que no existía correspondencia entre la planta y las fachadas, lo mismo que entre los arcos de las puertas de las tiendas y el resto del conjunto, los vanos y las alturas. Por último, respecto al pliego de condiciones facultativas e higiénicas, la Academia estaba de acuerdo en que la utilización del hierro en los suelos era conveniente, pero aún no factible en España debido a que existían excelentes maderas de buena calidad a un módico precio y la industria de la fabricación del hierro estaba poco desarrollada en nuestro país. En cuanto al empleo del cinc para las bajadas de las aguas pluviales, no lo creía conveniente por su poca durabilidad y resistencia a las influencias atmosféricas. Tampoco estaba de acuerdo con algunos puntos tocantes a la escalera, como la exclusión absoluta de las espirales o señalar como tipo mínimo para el ancho de los tramos 1,50 m cuando en muchas ocasiones bastaba con 1 m. Este dictamen de la Sección de Arquitectura fue aprobado por la Academia en la Junta General del 3 de mayo de 1857.
Mientras tanto, la Sección de Arquitectura celebrada el 8 de mayo de 1857 censuró y aprobó la concesión de licencia a Manuel de Santayana, con objeto de edificar la casa situada en la Carrera de San Jerónimo, nº 2, Puerta del Sol números 1 y 3, conforme a los planos aprobados por el Gobierno de S.M. para la reforma de la Puerta del Sol, dictamen que sería aprobado por la Academia en la Junta General del 7 de junio de 1857. Veinte días más tarde se censuró el expediente sobre las condiciones higiénicas y la distribución de las casas números 5, 7, 9 y 11 de la Puerta del Sol esquina a la calle de Carretas, nº 1, cuyos planos encontró la sección perfectamente entendidos y arreglados el 28 de mayo, tanto en su distribución como en su decoración; sin embargo, la casa nº 11 esquina a la de Carretas, propiedad de Maltrana, debía disponerse llegando el gabinete de la esquina hasta la fachada de la calle Carretas suprimiendo el tabique divisorio de la pieza sin nombre y la alcoba de en medio debía recibir la amplitud procedente de la supresión del pasillo de al lado que debía desaparecer.
La Sección de Arquitectura se volvió a reunir en sucesivas ocasiones para tratar las obras de la Puerta del Sol. Lo hizo los días 10 y 18 de junio y 5 julio de 1857, momento en que atendiendo a la necesidad que tenía el director facultativo de las obras en tomar copias de los planos de los solares de Madrid contenidos en los libros que poseía la Academia para tomar los datos necesarios para llevar a cabo la medición de dichos solares y la tasación de las fincas que debían expropiarse, la corporación académica acordó poner a disposición de este funcionario y de su ayudante, el arquitecto Antonio Ruiz de Salces, los citados libros que se encontraban custodiados en el Archivo de la institución.
El 18 de julio se remitieron a informe los planos de los solares de las casas que debían construirse y el 29 de julio fueron examinados por la Sección de Arquitectura y la Academia el pliego de condiciones generales y facultativas, particulares y económicas para la subasta del derribo de las casas de la Puerta del Sol. Lógicamente, sólo podían intervenir en esta fase grandes capitalistas, lo que significaba que se privaba a los pequeños a tomar parte en la subasta, ya que los plazos en los que se debían hacer los cobros eran muy cortos y perentorios.
Antes de acabar el mes, la Sección de Arquitectura celebrada el 31 de julio fue del parecer que, aunque no tenía nada más que informar sobre esta obra porque la figura y dimensiones de la nueva Puerta del Sol ya estaban establecidas como la dirección y el ancho de las calles afluentes a la misma, incluso las alineaciones a las que debían sujetarse en lo sucesivo las casas contiguas a las expropiadas por la Administración, podían hacerse algunas modificaciones en las líneas que marcaban su perímetro. Entre estas modificaciones se indicaba la colocación de algún recuerdo histórico, fuente, arco u otra construcción decorativa que diese un aspecto más monumental y grandioso a su espacio y corregirse además la excesiva longitud de la plaza respecto a su ancho. En cuanto a las rasantes, la alineación de las fachadas y las condiciones higiénicas, la Academia estuvo conforme en todo con lo presentado, incluso con la decoración adoptada en sus fachadas porque, aunque esta no podía calificarse de esencialmente artística ni monumental, era apropiada a las casas de alquiler que eran su objeto.
Por orden del ministro de la Gobernación se le encargó al arquitecto Juan Bautista Peyronnet la realización de una serie de adiciones al mismo proyecto de reforma, cuyos honorarios correspondientes a los planos, memoria y demás trabajos fueron aprobados en la Junta General del domingo 7 de noviembre de 1858. A finales de año fue remitido a censura el proyecto y el plano de reforma para el embellecimiento de la plaza firmados por el arquitecto Juan Rom. Fue examinado por la Sección de Arquitectura el 14 de diciembre de 1858, junta en la que se observó como la obra se reducía a variar la dirección de las calles de Preciados y del Carmen desde el punto que lo permitían las expropiaciones practicadas sacándolas perpendicularmente a la fachada que miraba al Mediodía y que suprimiendo la calle de la Zarza conservaba intactas las líneas generales de la planta aprobada por las Cortes. Aunque con ello se conseguía una forma más regular de los solares enajenables aumentando su extensión, el proyecto de Rom sería desechado por varios motivos: primero, porque cambiaba la dirección de algunas calles y no lograba ninguna euritmia en la distribución de las masas y la correspondencia de las bocacalles; segundo, porque no era acertada la supresión de la calle de la Zarza y tercero, porque disminuía el desarrollo de las líneas de fachada reduciendo el número de tiendas y locales para el comercio, por consiguiente, reducía el precio de los solares en la subasta y destruía en parte el objeto comercial de la plaza. A todo ello cabría añadir la imposibilidad de realizar por ahora un proyecto de reforma mientras no se formase una nueva ley, en cuyo caso se anunciaría un concurso público al que pudieran presentarse todos los profesores de arquitectura.
En vista de lo expuesto, la sección no pudo considerar el pensamiento de Rom «[...] como una de esas modificaciones que mas ó menos oportunas, se ocurren facilmente al que examina un proyecto formado y estudiado por otra persona, y entiende que comparado con el que se está preparando para su ejecucion, reconocido generalmente como poco adecuado basta por el mismo Consejo de Admon en su informe no desmerece nada, pues los inconvenientes que presenta estan quiza compensados con otras ventajas, como con algunas mayor regularidad en los angulos y en la forma de los solares, la apertura de la calle del Carmen y el aumento de terrenos enagenables; pero no cree que en el estado á que han llegado las cosas sean estas ventajas de tal magnitud que por ellas solas deba intentarse la derogacion de la Ley vigente y formacion de otra nueva».
El 18 de junio de 1859, la junta formada por Morán, Narciso Pascual y Colomer, José Jesús Lallave y Eugenio de la Cámara, bajo la presidencia de Aníbal Álvarez en calidad de académico más antiguo, se reunió para proceder al nombramiento del presidente y secretario de la comisión, cargos que recayeron respectivamente en Aníbal Álvarez y Pascual y Colomer. En estos momentos, S.M. encargó a la Academia el estudio y la propuesta de las modificaciones que tuvieran que llevarse a cabo en la planta ya aprobada de la Puerta del Sol, motivo por el que era necesario contar con dos hábiles delineantes y tener a la vista todos los datos geométricos y topográficos del terreno, el estudio de los niveles, las rasantes y demás para el mejor desempeño de su cometido.
El 22 de junio, el Consejo acordó remitir a la Academia todos los estudios que la corporación había solicitado, entre ellos el plano topográfico de la citada reforma hecho con arreglo a la Ley de 28 de junio de 1857 y las reales órdenes posteriores con la aprobación de las modificaciones del trazado de la calle de la Zarza y las rasantes de las calles afluentes a la plaza. Pero ese mismo 22 de junio la Sección de Arquitectura se volvió a reunir excusando su asistencia Juan Bautista Peyronnet para proceder al examen de los diferentes proyectos remitidos por el Gobierno y tras haberlos estudiados se halló como más aceptable el propuesto por la Junta Consultiva de Policía Urbana, no sin antes manifestar los defectos advertidos en el trazado aprobado por la citada ley de 1857.
Debido a la premura con que se exigía la resolución del asunto, la Academia acordó realizar un croquis de la reforma a modo de anteproyecto junto con un informe que expresase las razones que le habían motivado su ejecución. El trazado propuesto por la Academia tenía «la inmensa ventaja de ser mas sencillo, de aprovechar mas en beneficio del arte y de la conveniencia publica el inmenso derribo practicado; toma por base la fachada del Ministerio de la Gobernacion, reduce la longitud de la plaza á 544 pies la ensancha hasta 273, es decir, 100 pies mas que la actual trazada, produce con estas dimensiones una razonada proporcion en su area y dirigiendo el eje de la calle de preciados al medio de la fachada del ministerio permite dar tan oportuna direccion á las demas calles afluentes que se produce una simetrica correspondencia entre estas y las manzanas de casas determinando lineas de fachada mucho mayores que las actuales, particularmente en las tres que hacen frente al Ministerio, lo cual producirá masas de edificacion de un carácter mas monumental y mas digno del pensamiento que ha debido conducir a esta reforma. Esta importante variación no exije ni mas expropiacion ni mas gasto al presentado y solo toma de la actual superficie vendible la insignificante cantidad de 4500 pies propiamente, cantidad qe no duda la Comision sera algo menor al hacer el estudio definitivo [...]». Otra de las reformas que la comisión vio factible, no como parte integrante del proyecto sino de utilidad y para poder ser ejecutada paulatinamente, fue la apertura de una calle que iniciada en la Puerta del Sol condujese a la plaza de las Descalzas y proporcionase una salida a la calle Peligros.
La memoria descriptiva del proyecto del Ensanche y sus calles afluentes propuesta por la Dirección Facultativa de las mismas obras como modificación del proyecto aprobado por la Ley de 28 de junio de 1857 fue concluida el 9 de julio de 1859. En ella quedaron reseñadas las condiciones principales que se habían procurado satisfacer en el proyecto, habiéndose tomado como principios: que la reforma y el ensanche debían satisfacer y subordinarse para facilitar el tránsito tanto de carruajes y caballerías como de la gente de a pié, mejorando los medios de comunicación entre las calles principales de la población que vertían y se cruzaban en la plaza; que la reforma debía sujetarse estrictamente a la expropiación verificada hasta ese momento; que debía satisfacer igualmente la simetría y ornato de las fachadas que daban a la plaza regularizando sus avenidas, y por último que debía aprovecharse al máximo el suelo expropiado.
Tras indicarse los principios de la reforma la memoria se centró en la explicación del proyecto. Reseñaba la elección del centro, su forma y ejes, además de la necesidad de suprimir los callejones de la Tahona, las Descalzas y Preciados como vías públicas, aunque conservando sus entradas por las servidumbres que prestaban y los servicios que presentaban a las casas contiguas. Incidía en la necesidad de ejecutar chaflanes en la intersección de las calles del Carmen, Zarza y Negros, como la ejecución del proyecto y una comparativa de las áreas que habían quedado disponibles para la edificación a fin de señalar las ventajas que tenía este nuevo proyecto respecto al desarrollado por la Academia y aprobado por la ley. Dichas áreas eran la siguientes:
En cuanto a la memoria elaborada por la Junta Facultativa de las Obras del Ensanche, la Sección de Arquitectura reunida en la Junta Extraordinaria el 17 de julio creyó poco afortunados los términos como los calificativos y agravios hallados en ella contra la propia Sección, sobre todo cuando la Academia, no estando obligada a intervenir en este tipo de cuestiones había formulado en muy poco tiempo un croquis que no debía dársele más importancia que la de un anteproyecto. Por estas consideraciones y por la conveniencia del servicio público solicitó de S.M. ser relegada del cargo que le había sido confiado en este asunto deseando «evitar todo conflicto y ulterior desabrimiento, conservando intacta la dignidad de su carácter y no decayendo de la consideracion que las leyes le conceden [...]».
La súplica no fue concedida debido a que el 20 del mismo mes la Reina dispuso que el informe de la Academia fuese evacuado sin demora porque así lo exigía la conveniencia pública y ningún conflicto podía entorpecer este objeto, ya que las observaciones del croquis hechas por la Dirección Facultativa habían sido expuestas con ánimo de acertar en lo posible en esta obra de tanta importancia sin pretender agravio alguno del cuerpo académico.
Obedeciendo las órdenes de S.M., la Sección de Arquitectura del 31 de julio de 1859 emitió un extenso informe sobre el proyecto presentado por la Dirección Facultativa de las Obras que sería aprobado por la Academia en su Junta General del 31 de ese mismo mes. El informe quedó dividido en dos partes claramente diferenciadas: la parte artística y la económica, esta última acompañada de un documento, letra A, que recogía los errores y contradicciones advertidas en los datos numéricos de la memoria junto con las correcciones que debían tenerse presentes en la memoria desarrollada por la Dirección Facultativa.
Con la renovación de este enclave se reforzó su valor representativo atrayendo la actividad comercial y financiera de la ciudad, pero, además, la uniformidad de las fachadas definió su espacio sirviendo de modelo a la arquitectura que se levantaría posteriormente en sus alrededores. Sobre el Ensanche de la Puerta del Sol, el Archivo de la Academia conserva 13 planos que responden a los números de inventario Pl-214/225.
Hemos visto que el proyecto de Madrazo para la Puerta del Sol no se llevó a cabo, pero volviendo a retomar la actividad profesional desarrollada por el arquitecto en la década de los cincuenta sabemos que presentó un proyecto en el Concurso de un manicomio para Barcelona y en 1858 realizó la restauración de la fachada de la iglesia de las Calatravas en Madrid. También que el 1 de febrero de 1859 los académicos Ponciano Ponzano, Matías Laviña, Martín López Aguado, Sabino de Medina, Luis Ferrant, Narciso Pascual y Colomer, José Jesús Lallave, Juan Bautista Peyronnet, José Piquer y Joaquín Espalter le propusieron para académico de mérito en la Sección de Arquitectura. Era discípulo de la Escuela Especial de Arquitectura, había sido profesor de Composición en la Escuela de Maestros de Obras en Valencia y había merecido las mayores distinciones de S.M. como artista, sobre todo al nombrarle individuo de la comisión que debía promover la construcción de la catedral de la Almudena (Madrid). Pero todavía la Academia tenía que aprobar esta propuesta y lo hizo en la Junta del domingo 6 de febrero al tiempo que la propuesta de los arquitectos Juan José Sánchez Pescador, Mariano Calvo, Francisco Jareño y Alarcón, Jerónimo Gándara, José María Guallart, Francisco Enríquez Ferrer y los arquitectos no profesores: Teodoro Ponte de la Hoz, José Amador de los Ríos, José de Salamanca, marqués de San Gregorio, José María Huet Aureliano Fernández Guerra y Orche.
El Archivo de la Academia conserva trece modelos de planos para la construcción de las prisiones de provincia fechados en 1860 y ejecutados por orden del Excmo. Sr. ministro de la Gobernación (Ministerio de la Gobernación, Dirección General de Establecimientos Penales), los cuales fueron inventariados por «Juan de Madrazo y Autogª por Pedro Braun». Iban acompañados de una circular del Negociado 1º de la Dirección General de Establecimientos Penales fechada en Madrid el 6 de mayo de 1861, por lo que se remitían a la Academia los ejemplares de los programas para la construcción de prisiones, el programa para la construcción de las prisiones de provincia aprobado en Madrid el 6 de febrero de 1860 junto con el programa para la construcción de las prisiones de distrito aprobado en Madrid el 14 de febrero de 1861 (Pl- 6218).
Entre 1861 y 1865 Madrazo ejecutó las casas de alquiler en la calle Lope de Vega de Madrid, el proyecto de tabernáculo para la catedral de Málaga y un altar para la catedral de Oviedo que sería ubicado en 1869 y posteriormente trasladado al Seminario Conciliar ovetense. En 1866 levantó el palacio madrileño del conde de Villagonzalo o comúnmente denominado de la Unión de Cuba en la plazuela de Santa Bárbara, primer edificio que siguió un criterio racionalista difundido por Viollet-le- Duc con modelos franceses.
El 16 de enero de 1867 fue remitido a informe de la Academia el expediente relativo a los trabajos facultativos que había realizado para la construcción de un presidio de distrito en Zaragoza, cuyo presupuesto había calculado en 8.612.986, 93. La Junta de la Sección de Arquitectura celebrada el 29 de marzo vio con sorpresa que el proyecto había llegado sin la memoria y el informe pericial que generalmente acompañaban todos los trabajos de esta índole, sobre todo los de este género que no tenía nada de artístico, y acordó que la cantidad que le correspondía al arquitecto era el 1% del presupuesto anteriormente señalado.
Uno de los trabajos más destacados de este arquitecto fue sin duda la restauración de la catedral de León, obra en la que intervino desde 1868 a 1880, aunque los trabajos habían comenzado años antes. Por la Real Orden de 6 de julio de 1858 relativa a la designación de dos arquitectos de mérito que reconociesen la catedral de León y que manifestasen las obras necesarias para su restauración, la Sección de Arquitectura del 12 de junio de 1858 formada por Aníbal Álvarez (presidente), José Jesús Lallave (secretario), Antonio Conde, Atilano Sanz, Matías Laviña y Eugenio de la Cámara acordó elegir unánimemente al académico Narciso Pascual y Colomer con el arquitecto que el mismo designase para cumplir este cometido. Tanto el cabildo de la catedral como los diputados de la provincia creían conveniente que uno de los arquitectos fuese el monje Echano porque además de reunir el título de arquitecto había intervenido en algunas obras del edificio, sin embargo, Pascual y Colomer eligió para su auxilio al arquitecto José Díaz Bustamante. El 25 de octubre de 1858 el propio Pascual y Colomer remitió a la Academia el resultado de su reconocimiento y comunicó que lo había tenido que hacer solo en vista de que Bustamante se encontraba ocupado en las obras del ferrocarril de Zaragoza y no había podido ejecutar su cometido en esta empresa.
El reconocimiento tenía como objeto saber la solidez que presentaban las fábricas, conocer las causas de inseguridad que tenían algunas de ellas para así poder estudiar y proponer la clase e importancia de la reparación que debía ejecutarse a fin de devolver al edificio la seguridad que le era necesaria y el uso al que se hallaba destinado. Comenzando por el estudio de los cimientos, que halló sólidos, observó un notable desplome en el tímpano de cantería que cerraba la nave central del templo y que constituía el frontis de la fachada principal. Este mismo desplome se encontraba en el cuerpo saliente de la fachada sur que constituía la entrada al testero del ala derecha del crucero, cuyo movimiento y consecuencias habían sido la causa de dicho reconocimiento. Atisbó inminente ruina y pérdida de la curvatura cóncava de la arista que descansaba sobre los dos machones de la derecha, de los cuatro que conforman el crucero y de entre ellos particularmente el más inmediato al coro y sobre el órgano. Del mismo modo, creía extremadamente ligeros los espesores de las fábricas y la mala calidad de la piedra con que estaban construidos los machones y el muro del crucero.
Para Pascual y Colomer el deterioro era fácil de resolver volviendo la fábrica a su primitivo estado sin ser necesario derribar nada de lo existente ni hacer grandes apeos, aunque tomando las precauciones necesarias y estudiando detenidamente el modo de ejecutar las obras de sostenimiento, realizarlas despacio y parcialmente para no aumentar el movimiento que sufrían. A su entender la restauración debía llevarse a cabo en dos partes bien diferenciadas: la primera, la más pequeña pero urgente, consistente en el apeo de las dos bóvedas de la nave principal contiguas al crucero y a los dos arcos torales que habían sufrido movimientos, y la segunda, de mayor importancia y más costosa, consistente en el levantamiento de los planos del crucero derecho dando diferentes secciones en proyecciones horizontales y verticales para encontrar los asientos de los nuevos apoyos y consolidar la obra. Insistía en que para la mayor rapidez de los trabajos era imprescindible adquirir cuanto antes las maderas necesarias para realizar el apeo de las bóvedas indicadas y los andamios que eran indispensables, como autorizar el pequeño gasto para el levantamiento de los planos y el estudio preparatorio de la restauración.
Por entonces, Martín M. Ochoa fue comisionado por la Sección de Arquitectura el 28 de abril de 1859 para dar su parecer y solucionar los problemas de las fábricas de la catedral. Propuso la construcción de unos botareles sobre la fachada sur que no remediaron el mal y la introducción de hierros que no dieron resultado para contener el empuje de los arcos torales que era donde se encontraba el problema. Después del fallido intento de Martín M. Ochoa por solucionar los problemas del templo y a raíz de la Real Orden de 3 de mayo de 1859 la Junta General del domingo 8 del mismo mes nombró al académico de número Laviña para dirigir los trabajos de restauración de la catedral. En consecuencia, la Reina le designó por la Real Orden de 4 de julio de ese mismo año para hacer un nuevo reconocimiento del monumento ojival con una dotación de 1.500 reales mensuales, al tiempo que Félix Mª Gómez era nombrado auxiliar en la dirección de las obras, renunciando al cargo el 12 de julio debido a circunstancias particulares.
Matías Laviña reconoció y dirigió finalmente las obras de restauración de la catedral remitiendo la memoria del proyecto el 22 de diciembre de 1860. En ella recogió las causas de la ruina del templo, las medidas que debían adoptarse para contener los progresos de dicha ruina, los sistemas de restauración y conservación, el presupuesto razonado de la cúpula y en general la total restauración de la iglesia. El proyecto fue examinado y aprobado por la Sección de Arquitectura el 3 de mayo de 1861, no sin antes advertir al autor «que hubiera deseado ver en la memoria del Sr. Laviña algun cálculo de los que sin duda habrá hecho pª comprobar y ayudar las deducciones del raciocinio y de la experiencia; pues ciertamente pocas cuestiones pueden presentarse en la práctica de la Arquitª que mas materia ofrezcan á las investigaciones cientificas; pero no se crea que por esto hace un cargo formal á este apreciable Profesor en quien reconoce la laboriosidad, inteligencia y experiencia suficientes para añadir á los estudios profundos de observacion y criterio que ya tiene hechos sobre este templo todos los cientificos y de cálculo que son necesarios para la completa y eliz resolucion del árduao problema que se le ha encomendado».
Las obras de la catedral siguieron su curso en los siguientes años: en agosto de 1859 Laviña se encargó del desmonte de los pilastrones y en octubre del estudio de las reacciones ocasionadas por dicho desmonte; en septiembre de 1861 inició el desmonte de la cúpula de Juan de Naveda, mientras que entre julio y septiembre el de la cúpula del crucero; el 28 de noviembre de 1862 remitió a la Academia la marcha de sus trabajos y comunicó el haber desmontado todo el brazo Sur; el 15 de febrero de 1863 propuso algunos medios para la restauración y adquisición de las vidrieras esmaltadas y finalmente el 18 de octubre de 1863 comunicó las vicisitudes de las obras y el estado en que se encontraba el templo.
Pero a finales de este año se dio una voz de alarma sobre el inminente peligro de ruina en que se encontraba la iglesia a consecuencia del errado sistema de restauración que se había seguido. La noticia salió publicada en el Boletín del Arte en España el 19 de noviembre de 1863 por G. Cruzada Villamil, que recomendó la dirección de la restauración al arquitecto francés Violet-le-Duc, único artista que por entonces en Europa podía dirigirla con inteligencia y acierto.
En el mismo momento en que la Academia se enteró de los hechos creyó necesario el nombramiento de una comisión que examinase todos los antecedentes del asunto y contestase al Gobierno a fin de aclarar la acusación tan injustificada para el que había dirigido la obra y finalizasen las vergonzosas injurias a las que se había enfrentado un profesor de tan buena reputación. Dicha comisión quedó conformada en la Junta General del 15 de febrero de 1864 por Aníbal Álvarez, Juan Bautista Peyronnet y Francisco Enríquez Ferrer, académicos de número que se trasladaron a León a inspeccionar el edificio emitiendo el correspondiente informe el 20 de marzo de 1865, al tiempo que Laviña continuaba enviando a censura de la Academia diseños de la catedral, entre ellos 2 planos fechados en mayo de 1864, así como la planta y el perfil de la 3ª portada con la altura de la portada primitiva y la parte existente fechado el 16 de enero de 1865.
Muerto Laviña el 15 de enero de 1868, S.M. solicitó continuar la catedral leonesa bajo la dirección del arquitecto Andrés Hernández Callejo, pero al poco tiempo de hacerse cargo de la obra tuvo desavenencias con el prelado diocesano, su cabildo y la Junta de la Diócesis al denunciar el estado ruinoso de una parte de la antigua fábrica del templo. Debido a la alarma levantada por el arquitecto se tuvo que nombrar a otra de comisión para que inspeccionase y reconociese el estado de la restauración y las obras practicadas. La Academia nombró en esta ocasión en su Junta Extraordinaria del 26 de julio de 1866 a los miembros de su Sección de Arquitectura, es decir, a José Amador de los Ríos, Antonio Cachavera y Langara y Juan Bautista Peyronnet, individuos que remitieron sus trabajos el 28 de septiembre de 1868.
Tras interrogar por separado a los interesados se percataron de que contra Andrés Hernández Callejo se elevaban varios cargos: desde los puramente administrativos y económicas hasta el haber pretendido alterar el plano adoptado por Laviña; intentado demoler ciertos departamentos y bóvedas con el pretexto de su estado ruinoso; pretendido deshacer parte de la obra ya verificada por su antecesor y no haber asentado ni una sola piedra en la obra desde su nombramiento como director de la misma. Viendo estos antecedentes la Comisión experta fue de la opinión que el arquitecto se había extralimitado en muchas de sus atribuciones por lo que estaban fundados todos los cargos que se le achacaban. Además, desaprobaba su conducta, su inacción por espacio de 6 meses y la alarma que había provocado al cabildo y a la población entera de la ciudad. También su conducta respecto al ejercicio de su cargo, hecho por el que se creyó conveniente que no siguiese al frente de las obras.
La incomunicación y los problemas acaecidos entre el arquitecto y el resto de los interesados obligaron a Hernández Callejo a cesar como director de las mismas el 5 de enero de 1869. La actuación del arquitecto extrañó a todo el mundo por cuanto que su amor al arte se había constatado a la hora de llevar a cabo la restauración de la iglesia de San Vicente de Ávila, pero no cabía duda de que en las obras de la catedral leonesa había demostrado su total incertidumbre respecto a la verdadera idea de la construcción, repetidas contradicciones que le habían llevado a pretender destruir varias fábricas antiguas y miembros arquitectónicos, como a no añadir un solo sillar a la obra. De esta época el Gabinete de Dibujos conserva de Hernández Callejo siete dibujos de la Catedral de León pegados a una cartulina elaborados en 1868 para la serie de Monumentos Arquitectónicos de España (MA/220 (del 1 al 7)).
A fin de nombrar a un individuo que sustituyese a Hernández Callejo en las obras, la Sección de Arquitectura acordó la noche del 15 del mismo mes formar una terna con los arquitectos más aptos, proponiendo a Juan Madrazo y Kuntz, Francisco Enríquez Ferrer y Demetrio de los Ríos. De los tres fue Madrazo el que sería nombrado en 1869 director facultativo de las obras, posiblemente al haber sido el primer arquitecto que se había inspirado en el arquitecto francés Viollet-le-Duc a la hora de levantar su palacio para el conde de la Unión de Cuba en Madrid o quizas porque Fernández Casanova sostuvo que Viollet-le-Duc había señalado a Madrazo como el arquitecto más idóneo para hacer el proyecto de restauración.
Las obras a cargo de Madrazo no dieron comienzo en 1869 sino años más tarde por problemas económicos, de ahí que no fuera hasta el 24 de marzo de 1874 cuando el arquitecto remitiera a la Academia el proyecto de encimbrado para las bóvedas altas del templo.
A finales de 1875 llamó la atención sobre la necesidad de ejecutar a la mayor brevedad la restauración del edificio para asegurar su estabilidad, empezando por terminar las construcciones comenzadas en el crucero central con todo el brazo Sur, la fachada, los contrarrestos y respaldos correspondientes, así como las cuatro bóvedas contiguas a dicho crucero, dos sobre el coro y otros dos sobre el presbiterio. A continuación, o simultáneamente, era necesario reconstruir el hastial de Poniente de la nave mayor, o lo que es decir, la parte central de la fachada principal comprendida entre las dos torres; construir de nuevo las armaduras de cubierta con todos los emplomados en cresterías, el chapitel central, los pináculos, los remates y los planos de cubierta en sustitución de los defectuosos tejados que entonces cubrían toda la extensión de la catedral. También restaurar el cuerpo de campanas de la torre Norte de la fachada principal y rehacer la mayor parte de los arbotantes, la totalidad de la línea de la cornisa de coronación y las partes en donde la cantería se presentaba descompuesta.
En un escrito fechado el 8 de abril de 1876 se reseña la designación de los académicos Espalter, Amador de los Ríos y Barberi para formar parte de la comisión que debía presentar a los ministros de Gracia y Justicia y de Fomento las exposiciones que la Academia les dirigiese solicitando fondos para restaurar la iglesia catedral. Al mes siguiente sería censurado el proyecto suscrito por Madrazo para la reconstrucción del hastial Sur en la zona ocupada por el triforio, siendo aprobado por la Sección de Arquitectura el 22 de junio de 1876. Estaba constituido por una memoria descriptiva, nueve grandes planos, un presupuesto y los pliegos de condiciones económico-facultativas, trabajos que fueron muy alabados por su acertado estudio.
Tres años más tarde y con motivo del fallecimiento de Deogracias López Villabrille por entonces individuo de la junta de obras de reparación de la catedral, la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de León solicitó de la Academia el nombramiento de un individuo que cubriese su plaza, cargo que recaería en el vocal Juan López Castrillón en julio de 1879. Sin embargo, al año siguiente fallecería Juan de Madrazo dejando vacante su cargo en la dirección de las obras habiendo proyectado la terminación del hastial Sur, cuyo proyecto sería examinado por Francisco de Cubas y González-Montes en octubre de 1880.
Tras su muerte, la Sociedad Central de Arquitectos, fundada en 1849 y reorganizada en 1878, elevó un escrito el 20 de marzo de 1880 proponiendo como homenaje a la memoria del arquitecto la realización de una exposición en la que se exaltase sus estudios, concretamente los referentes a la iglesia-catedral de León, como su laboriosidad y buen hacer profesional.
Al año siguiente se le concedió la Medalla de Honor en la Exposición de Bellas Artes de 1881 por el proyecto de restauración de la catedral de León, lo que supuso un gran revuelo y crítica al premiar en parte un andamiaje que demostraba el apeo de sus bóvedas. No era un andamiaje habitual sino un apero original consistente en una armadura de madera cuyos cálculos habían sido aprobados el 26 de mayo de 1875, previa consulta hecha a la Academia y a la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos, que iba atada al edificio por encima de la imposta sobre los arcos de las naves bajas, ofreciendo una solución volada de gran economía al no ser necesarias ni pilas ni castilletes que partieran desde el suelo.
Otras fuentes:ÁLVAREZ, Aníbal; CONDE GONZÁLEZ, Antonio; MADRAZO, Juan de. Principios y leyes de perspectiva aérea aplicables al dibujo arquitectónico y topográfico, tanto al claroscuro como al colorido y de la elección y composición de las tintas en este último caso, Madrid, 3 de junio de 1852. Sig. 5-69-5; Arquitectura. Asilos, audiencias, bibliotecas y museo nacional, bolsas, capillas, casas consistoriales y capitulares, casas de caridad, calles, casas de correos, embovedado, casetas, diputaciones provinciales, edificios de los consejos, siglo XIX. Sig. 2-42-8; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1852. Sig. 2-14-3; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Monumentos conmemorativos, 1787-1876. Sig. 2-28-8; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Puerta del Sol. Sig. 1855-1857. Sig. 2-28-12; Comisión de Arquitectura. Maestros de obras, directores de caminos, agrimensores, 1852-1855. Sig. 2-23-4; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816 –1900. Sig. 3-154, nº 19; Libro de registro de matriculados en la EEA, desde el curso 1845-1846 hasta el de 1858-1859. Sig. 3-152; Sección de Arquitectura. Informes. Catedral de León, siglo XIX. Sig. 2-42-1; Secretario general. Académicos, 1854-1859. Sig. 1-40-2; Secretario general. Enseñanza. Arquitectura, 1847-1853. Sig. 1-32-15; Secretario general. Enseñanza. Disciplina en los estudios, 1768-1856. Sig. 1-20-2; Secretario general. Enseñanza. Planes de estudios, 1845, 1846-1850. Sig. 1-19-17; Secretario general. Lista de alumnos, 1845. Sig. 5-67-1; Secretario general. Matrículas, 1848-1859. Sig. 5-80-1; Secretario general. Solicitudes de ingreso en la Escuela Especial de Arquitectura, 1845. Sig. 5-67-3.
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM
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