El 1 de junio de 1788 llegó a la Academia de San Fernando una exposición de este individuo que decía ser maestro mayor de la ciudad del Puerto de Santa María (Cádiz) y que habiendo solicitado su admisión como académico de la Academia de San Fernando a los diez meses de residir en Madrid, se había ejercitado durante todo este tiempo en los trabajos y estudios propios de su ministerio. Por este motivo solicitaba su admisión a los ejercicios para la clase de académico de mérito o en su lugar la gracia que tuviese a bien concederle la corporación para así poder volver a su ciudad.
Tres meses más tarde volvió a solicitar la misma petición que en junio anterior, pero la Academia desestimó su petición en la Junta Ordinaria del 7 de septiembre. En este momento también lo habían solicitado Blas Beltrán y José Téllez. No obstante, al mes siguiente se volvió a tratar el asunto, siendo finalmente admitido a los ejercicios reglamentarios en la Junta Ordinaria del 5 de octubre. Desarrolló como prueba demostrativa el proyecto de una Casa de un rico comerciante sobre un sitio de 140 pies de fachada por 280 de fondo (del A- 1393 al A- 1396 y A- 1579), siéndole concedido el grado de académico de mérito en la Junta Ordinaria del 7 de diciembre de 1788, por 20 votos de 25 vocales, a la vez que eran aprobados en la misma clase Francisco Sánchez y Mateo Medina.
Años más tarde se ocupó de proyectar el altar mayor y el tabernáculo de la iglesia prioral del Puerto de Santa María (Cádiz), que debía ejecutarse en mármoles de Italia y colocarse en el centro de una capilla mayor de 12 varas de ancho, 13 de fondo y 24 de alto. Para la realización de la obra se aportaron limosnas y donativos de comerciantes portugueses como de la sociedad local. El cura beneficiario José Alonso y Sáenz remitió el 12 de junio de 1807 una carta a la Academia indicando el estado en que se encontraba el retablo del templo, según sus palabras indecente y ruinoso por las polillas, como la intención de «erigir un cohollo de marmoles y jaspes en medio de la capilla mayor, que es bastante diáfana y de frontis ochavado, dividido pr pilastras de estilo Gotico, cuyos entrepaños se adornan decentemte con colgadura carmesi, con cuyo fondo resaltaria con hermosura el dho tabernaculo o cohollo del centro.” Para este fin remitió un diseño de la obra, el cual tras ser examinado hubo gran variedad de opiniones: “a unos les disgusta el zincho de fierro por debajo, diciendo que si el Arquitrave y friso va en una pieza, no necesita de ese anillo visible, sino qe le bastan los otros dos.= A otros les parece baja la media naranja o cupula, pues el vuelo del banquillo la esconde,= A todos les desagrada el Remate en una piña, pues dicen qe es final de Garita, y a mi me parece que debería colocarse una estatua que significase la Religion. El adorno en relieves del cuerpo bajo, no se ha atrevido a señalarlo el Arquitecto, y lo dexa al dictamen de la Academia por no exponerse».
Enterado José Alonso y Sáenz del juicio que había tenido el dibujo, solicitó a finales del mes de junio nuevas opiniones sobre dos puntos concretos: «El Primero es sobre si las Colunnas deben conservarse en liso o si convendria estriarlas para no dexarlas tan en frio por ser de unico color blanco estatuario: y si en caso de ir mejor estriadas, deberian ser las estrías completas de alto a bajo ò si en el ultimo tercio convendria conservarles junquillos para representar toda su robustez, pues debilitarlas con las estrías me parece desdecir de lo robusto y gigantesco de toda la obra. Por mi gusto irian mejor en liso, pues lo frio del color se enciende con el fondo de una Colgadura carmesi qe rodaria toda la Capilla mayor en cuyo centro de su plano va colocado el dho tabernaculo o Cohollo. El Segundo Punto es. Que la media naranja o cupula nos parece mui baja, y que apenas se descubre su cima por el buelo de la cornisa, y altura del banquillo que la acompaña. Para evitar esto y que descollara con mas gracia toda la obra, he oido a alguno otro, que convendria usar de la cupula alimonada, o de medio ovalo y no de medio circulo».
El 3 de julio de 1807 la Comisión de Arquitectura censuró otros dos diseños para esta misma obra, en esta ocasión firmados por el académico Bartolomé Ojea Matamoros, los cuales no pudieron ser tampoco aprobados porque «[…] ademas de carecer de buenas proporciones, de gusto y elegancia, no puede construirse la boveda de su conclusion pr ser demasiado delgada». En este momento se le indicó al arquitecto la necesidad de arreglar el altar y el tabernáculo como era debido y acompañar la planta y el alzado del presbiterio donde debían ser colocados a fin de poder observar si todo guardaba la magnitud y proporción que le correspondía. Dicho dictamen de la Comisión de Arquitectura fue aprobado por la Academia en la Junta Ordinaria celebrada el 5 de julio.
Entre julio y noviembre de 1807 existió un correo continuo entre la corporación y José Alonso y Sáenz sobre el modo de costear las obras, la aprobación o no de los planos y la necesidad urgente de llevar a cabo la construcción del altar y tabernáculo. Bartolomé de Ojea murió diez años más tarde en el Puerto de Santa María, el 5 de noviembre de 1817, ostentando aún el cargo de maestro mayor de la ciudad.
Comisión de Arquitectura. Informes, 1807. Sig. 1-29-4; Distribución de los Premios concedidos por el Rey Nuestro Señor á los discípulos de las Tres Nobles Artes hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta Pública de 14 de julio de 1802. Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1802; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1786-1794. Sig. 3-85; Secretario general. Académicos. Arquitectos, 1742-1789. Sig. 1-43-1.
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM
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