Hijo de Antonio de la Vega y Ana María Correa, nació en La Campana (Sevilla) el 12 de marzo de 1806 y murió en Cádiz el 18 de diciembre de 1883. Su primer contacto con la profesión se debe a su padre, maestro de obras y alarife con quien trabajó durante cuatro años en la reedificación de las iglesias parroquiales de la villa de Campillo y en algunas obras de la iglesia catedral de Sevilla.
Posteriormente se trasladó a Madrid para matricularse como discípulo en la Real Academia de San Fernando, centro en el que cursó las enseñanzas de Arquitectura y Matemáticas en 1830, continuándolos entre 1831 y 1834.
El 31 de octubre de 1835 solicitó su admisión a los ejercicios para la clase de arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de una «Casa correccional penitenciaria según en sistema de prisiones del Celebre Bentham» con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la de bautismo, la certificación de práctica y la justificación de su conducta moral y política. La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 9 de diciembre de 1835 examinó la obra y los documentos aportados, pero tras la realización de la votación secreta resultó reprobado, dictamen corroborado por la Academia en la Junta Ordinaria del 13 del mismo mes.
Volvió a solicitar su admisión el 9 de junio de 1836, presentando en esta ocasión los diseños de Una bolsa y tribunal de comercio (del A- 1269 al A- 1272) con su correspondiente informe facultativo y el coste de la obra junto con los documentos anteriormente señalados. La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 21 de junio examinó detenidamente el pensamiento y los documentos aportados, acordando el pase de Vega y Correa al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 26 del mismo mes, fecha en la que le fueron sorteados los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 118, 52 y 86, los cuales respondieron respectivamente: «Una Hermita ó Yglesia en despoblado para un Santo Patrono de algun pueblo con las habitaciones del Santero y capellan. Se demostrará en planta, fachada y una seccion», «Un Molino de aceite con todas las oficinas y maquinas que le corresponden con habitación para el Administrador. Planta, fachada y corte» y «Un Deposito ó Arca de agua general en lo mas alto de una poblacion, que sirviendole de adorno, vierta su sobrante por Fuentes alrededor. Planta y fachada». De los tres asuntos escogió el nº 118, es decir, una Ermita o iglesia en despoblado para un santo patrono de algún pueblo, con la habitación del santero y capellán (A- 4670), elección que comunicó a la corporación el 2 de julio.
La Junta de Examen tuvo lugar el 12 de julio de 1836, asistiendo a ella como vocales los profesores Martín Fernández de Navarrete, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno, Tiburcio Pérez, Juan Francisco Rodrigo, Miguel Fernández de Loredo y Marcial Antonio López. Cotejada la obra de pensado con la de repente que el pretendiente explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Vega y Correa comenzó este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores sobre las proporciones y ecuaciones. A continuación se le hizo medir varias figuras inscritas en círculos y polígonos, para después ejecutar varias operaciones de logaritmos. Enseguida manifestó las reglas y los principios en los que se había apoyado para formar los planos que presentaba y explicó los preceptos artísticos, el modo de construir un edificio en todas sus partes y de construir un puente en terreno falso. Por último formó varias armaduras y trató la preferencia del zinc sobre el plomo para cubrir los edificios.
Satisfechos los examinadores con las obras presentadas y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le vieron con mérito para osostentar el título de maestro arquitecto, grado que le sería concedido en la Junta Ordinaria del 7 de agosto de 1836, a los 30 años de edad.
No pudo ejercer la profesión inmediatamente debido a las circunstancias políticas que vivía el país y porque en enero de 1837 aún no se le había expedido el título. En una solicitud fechada el 29 de este mismo mes hizo presente que «en el mes de julio procsimo pasado tubo el honor de ser recivido por dha Academia, en cuyo tiempo contaba para satisfacer el Servicio de 700 rs impuesto á los titulos de Arquitecto, con los productos de una pequeña cosecha que devia en aquel tiempo de recolectar […] pero como resultado de la invasion del rebelde Gomeo en las Andalicías le fue del todo arrebatado, lo cual le ha imposibilitado asta el dia de obtener la autorizacion de V.E. para ejercer la facultad, y por consigte ha quedado privado de poder salir de esta Corte y establecerse en una Capital de Provª para poder de este modo asegurar su subsistencia y la de su familia. El esponente bien considera que pr razon de las circunstancias de la época, V.E le halla privado de la asignacion que percivía del Gobierno y con la cual atendia al sosten de las enseñanzas que tiene á su cargo y que ha sido necesario para cubrir este objeto recurrir al servicio pecuniario impuesto sobre los titulos que V.E, espide, y como conoce lo sagrado y beneficioso del destino de estos fondo, no je querido molestar su Superior atencion con esta suplica; pero en el dia que no puede prescincir de hacerlo=». Por todo ello suplicaba le fuese enviado el título de arquitecto, obligándose como se obligaba a satisfacer la mencionada cantidad de 700 rs en el término de ocho meses contados desde la consecución de dicha gracia.
A través de la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 23 de mayo de 1837 tenemos constancia de la llegada a la Academia de una comunicación procedente de la Escuela de Segovia acerca de la necesidad de nombrar a un arquitecto en reemplazo de Alzaga para el desempeño de la enseñanza de Aritmética y Geometría que estaba a su cargo. Como pretendientes a esta plaza se mostraron interesados el académico de mérito y teniente director de la Academia de San Luis de Zaragoza Atilano Sanz y el arquitecto Juan de la Vega. Las solicitudes pasaron a informe de la Comisión de Arquitectura, en cuya junta celebrada el 19 de septiembre se acordó no haber competencia alguna entre los pretendientes en vista de que Atilano Sanz, antiguo profesor acreditado tanto en sus obras como en la enseñanza, poseía entre otros muchos méritos el ser académico de mérito por las cuatro academias del Reino, hecho por el que no se habían presentado a cubrir dicha vacante muchos otros arquitectos que aspiraban a obtenerla.
Hallándose vacante la plaza de arquitecto de Córdoba, el ayuntamiento de la ciudad le nombró para dicha plaza el 27 de agosto de 1841 con arreglo a lo dispuesto en el artículo 3º de la Real Orden del 21 de abril de 1828. La Academia estuvo conforme con el nombramiento, aprobándolo en su Junta Ordinaria celebrada el 31 de octubre. No obstante, en este mismo año de 1841 Vega y Correa sería nombrado asimismo teniente director de arquitectura en la academia gaditana y académico de mérito por la misma por la Real Orden del 21 de marzo de 1842.
A principios de 1845 la academia gaditana expuso a la Academia de San Fernando que habiendo dignado S.M. elevar a Facultad de Ciencias Médicas el antiguo colegio de aquella ciudad, se había formado una junta directiva y económica para llevar a cabo las obras de construcción, cuya dirección había sido encomendada al arquitecto de la ciudad Juan de la Vega, teniente de arquitectura y director interino en dicha corporación académica. Dicho arquitecto emprendió y continuó el levantamiento de los muros que debían recibir las armaduras de la cbierta de la gran sala de direcciones, pero los defectos y la inseguridad observadas en ella le habían llevado a presentar los planos y el modelo real de la misma a la Academia de Cádiz para su censura, siendo aprobados en la Junta del 9 de febrero; sin embargo, la desconfianza de la directiva hacia Juan de la Vega hizo despedirle, nombrando en su lugar a Juan Manuel Caballero, director de la academia gaditana, quien dejó al cuidado de la obra al maestro de obras Manuel Pomar tras tenerse que ausentar por tener que trasladarse a Sevilla.
Aunque las obras continuaron fueron suspendidas de repente sin haber puesto la famosa armadura, hecho que movilizó a la junta directiva a solicitar de la corporación gaditana el nombramiento de una comisión que reconociese las obras. La corporación constestó que no podía hacer nada respecto a los dos arquitectos que estaba implicados por lo que solicitó consejo a la de San Fernando a fin de poder dilucidar el asunto. La academia madrileña acordó en la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 1 de abril de 1845 comunicar a la de Cádiz que «solo otros de su misma clase pueden prejuzgar sus operacion y si por ventura hubiera por aquellas cercanias alguno qe se hallase con el carácter y graduacion de Academico de merito debiera desde luego ser el nombrado ó nombrados con preferencia para la práctica del referido reconocimiento».
El nombre de Vega y Correa volvió a reseñarse en las juntas en 1848, con motivo de la alineación de una casa en la plazuela de las Nieves (Cádiz) y en 1850 a raíz de tener de cubrir la plaza vacante de arquitecto titular de la ciudad de Cádiz, plaza a la que correspondía un sueldo anual de 6.000 reales de vellón. Optaron al cargo Juan de la Vega, arquitecto, académico de mérito de la Academia de San Baldomero y director de arquitectura de la academia gaditana de Santa Cristina; Manuel García Álamo, arquitecto, director de caminos vecinales, miembro de la Sociedad de Amigos del País de Córdoba y arquitecto titular de dicha capital, además de José de San Martín, arquitecto, titular de los Ayuntamientos de Jerez y Arcos de la Frontera, socio fundador de Sociedad de Emulación y Fomento de la Ilustración, Artes, Comercio y Agricultura, así como de la Sociedad de los Amigos del País de Jerez y Sevilla.
Tras realizarse los edictos pertinentes, los cuales se fijaron en los sitios públicos y fueron publicados en los periódicos de esta plaza, tanto en el Boletín Oficial de la Provincia como en la Gaceta del 3 de diciembre anterior, se vieron los méritos de los pretendientes. El Ayuntamiento de Cádiz nombró como su arquitecto titular a Manuel García Álamo el 16 de enero de 1850, pero este nombramiento acarreó problemas y descontentos por parte del resto de los interesados. José de San Martín comunicó su descontento el 8 de febrero, exponiendo los abusos que diariamente eran cometidos por la academia gaditana al «hallarse entregada la Seccion de Arquitectura solo al compañero Bega y otros varios Sres. que por solo ser academicos de merito de la misma se creen (sin ser peritos) autorizados pª abonar informes sobre toda clase de obras que se ofrecen en los pueblos de esta Provª queriendo robustecerlos y darles el mismo carácter, que si fuesen (ebamados) pr un cuerpo científico y con las mismas atribuciones como podría hacerlo la Real Academia de Sn Fernando». Por ello, y para no estar a merced de una camarilla que disponía a su placer de las obras públicas como privadas promovidas en los pueblos, recomendó restringir las facultades de dicha academia, o en su defecto que la Academia de San Fernando nombrase a los profesores a fin de crear un cuerpo científico en la clase de Arquitectura del cual se carecía. También expuso que desde hacía cuatro años había dirigido en la ciudad de Jerez, Arcos de la Frontera, Alcalá de los Gazules, Algeciras, etc., numerosas obras donde los citados señores habían salido tan mal parados que tuvieron que solicitar sus servicios como ingeniero y los de Vega y Correa en calidad de arquitecto para terminar las obras en curso, las cuales quedaron concluídas y publicadas en la Gaceta nº 5174 y el Comercio de Cádiz nº 2475. Asimismo, indicaba que se hallaba a cargo de las obras particulares de Cádiz debido a la desconfianza que tenían sus propietarios a causa de los hundimientos que desde hacía dos años se llevaban presentando en los edificios, cuya consecuencia inmediata había sido la muerte de varios padres de familia y honrrados artesanos. Por último, no dejó de señalar que: «(Ojala el Café de las Cadenas qe con tiempo anuncié su caida) digalo la Casa Ce Cobos donde se sacaron Siete desgraciados muertos cuando se allaba cual mismo estado q. la anterior. No embalde no hay un propietario en Cadiz que confie gustoso sus obras a muchos de los profesores alli establecidos, aunque pr necesidad tienen que hacerlo pr tener establecido una compañía qe se reune todos los Domingos en las tiendas de vino pª repartir entre todos las inutilidades qe ante ellos se han reunido la Semana anterior».
Por otro lado, el arquitecto Juan de la Vega reclamó la nulidad del nombramiento porque le perjudicaba y porque estaba en desacuerdo con él, ya que no se había tenido en cuenta lo prevenido en la Real Cédula del 21 de abril de 1828 y la Real Orden del 7 de febrero de 1835, en las que se encargaba se guardasen las prerrogativas a los académicos de mérito respecto de los que no lo eran para la previsión de las plazas titulares. Reclamaba el cargo sobre los demás aspirantes y sobre García Álamo porque no era académico y Cádiz era la residencia de la Academia Nacional gaditana, por consiguiente estaba comprendida en su jurisdicción artística, «motivo pr el cual sus individuos deben hallarse para este distrito en el mismo caso en que se encuentran las Academias de S. Carlos de Valencia, S. Luis de Zaragoza y la Concepción de Valladolid para los suyos respectivos, al tenor de lo prevenido en el artº 3º de la Real Cedula citada». Finalmente añadía que el número considerable de votos obtenidos en la votación le habían movido a reclamar lo que en justicia le pertenecía.
Las exposiciones de San Martín y Juan de la Vega fueron estudiadas en la Junta de la Sección de Arquitectura celebrada el 5 de marzo de 1850, a la que acudieron el marqués del Socorro, Sanz, Herrera, Zabaleta, Mesa, Peyronnet, Laviña y Cámara. Se observó en este momento el desacierto del Ayuntamiento de Cádiz respecto de haber dirigido la comunicación del nombramiento a la Academia de San Fernando y no a la de Cádiz; que habiendo entre los aspirantes un académico, no estaba entre sus atribuciones el haber nombrado a uno que no lo fuera sin contravenir lo mandado en la expresada cédula; que debía haber comunicado a la academia gaditana el nombramiento de García Álamo antes de dar posesión al agraciado y que el Ayuntamiento de Cádiz debía rectificar su elección y adjudicar la plaza al académico de la Juan de la Vega. Por otro lado, no se creyó conveniente ocuparse de la carta enviada por San Martín porque hacía relación al mismo tema, el interesado no pedía nada, tampoco tenía carácter oficial y sólo contenía chismorreos poco apropiados entre profesores. Todo lo acordado por la Sección de Arquitectura sería aprobado por la Academia de San Fernando en la Junta General del 10 de marzo de 1850.
Cuatro años más tarde Vega y Correa remitió a informe de la Academia de San Fernando la reforma que había proyectado en el ex convento de la ciudad de Algeciras (Cádiz), en cuyo edificio se hallaban establecidos el instituto y la cárcel pública. Para su censura, la Sección de Arquitectura comisionó a los arquitectos Atilano Sanz y Juan Bautista Peyronnet, quienes tuvieron el informe concluido el 2 de diciembre de 1854. Ambos profesores aprobaron el proyecto en su totalidad, no sin antes puntualizar que hubiera sido deseable haber dado algunas crujías más a la obra para su mayor desahogo, aunque no fuera posible al encontrarse su autor limitado por el presupuesto de 30.000 reales. El informe fue aprobado por la Sección de Arquitectura el 5 de diciembre de este mismo año.
Durante la década de los sesenta llevó a cabo la Pescadería Nueva de San Fernando (1861), al año siguiente la remodelación del Palacio de la Aduana, la ampliación del Hospicio Provincial (entre 1862 y 1869), el Hospicio de Jerez de la Frontera (1869) y el puente de piedra sobre el río Guadalete en Arcos de la Frontera (entre 1864 y 1867).
Concurrió en 1882 al concurso del Teatro de Cádiz en la plaza de Alfonso XII convocado por haberse reducido a escombros el antiguo edificio a raíz del incendio acaecido en agosto de 1881. El certamen tenía como fin la construcción de un nuevo teatro «que llenase las condiciones de visualidad, cabida y comodidad del incendiado GRAN TEATRO». El edficio de espectáculos debía poseer una altura proporcionada a su planta, reemplazarse en él los entramados de madera y pilares de ladrillo con sólidas obras de fábrica y dotarlo de sencillas y esbeltas fachadas como de una techumbre ligera y elegante a la altura de los adelantos modernos, proscribiéndose hasta donde fuese posible el empleo de materiales combustibles.
Se presentaron 4 proyectos, cuyos lemas fueron: «Quien al castor á edificar enseña», «Construcción moderna», «Fuego» y «Themis». Todos ellos fueron remitidos a la Academia de San Fernando, cuya Junta de la Sección de Arquitectura los examinó el 12 de febrero de 1883. Fueron desestimados los dos primeros al ser notoriamente inferiores a los dos restantes, por lo que los proyectos «Fuego» y «Themis», obras respectivas de Adolfo Morales de los Ríos y Juan de la Vega y Correa pasaron al examen particular.
El proyecto «Fuego» presentaba las puertas de la fachada principal muy pequeñas, con 1,70 m de ancho cada una; un zaguán reducido, escaleras muy estrechas, los salones de descanso sólo con una altura de los pisos de los palcos, es decir de 3 m con inclusión del grueso del techo; los retretes escasos y mal situados, así como deficencias decorativas y constructivas, entre estas últimas: espesores de los cimientos reducidos, utilización de madera para los pisos, falsa disposición de las cargas sobre los vacios, etc. En cuantoal proyecto «Themis», obra de Juan de la Vega, sobrepasaba la cantidad estipulada en las bases para la construción del teatro, incluyendo los honorarios del arquitecto director, porque el concurso estipulaba 500.000 pesetas y el proyecto elevaba esa cantidad a 510.000. Sin embargo, esta circunstancia no lo excluyó del concurso pues en las bases del certámen no se reseñaba que no se pudiese elevar dicha cantidad y además los presupuestos presentados no eran definitivos.
La Sección de Arquitectura observó en el teatro de Juan de la Vega: «1ª que las distancias entre las partes mas avanzadas del Teatro y las manzanas de casas que le circundan son mayores que las anchuras de las calles que desembocan en la plaza de Alfonso XII; pues varian estas de 4 1/2 metros á 6, escepto la calle de San Rafael que tiene 10 metros y aquellas distancias se hallan comprendidas entre 7 y 10 metros; 2º que la construccion del teatro se encierra en un rectangulo de 76 metros en el eje mayor y 49 en sentido tranversal, siendo este el proyecto que ocupa mayor supperficie. Los servicios tanto para el público como para el escenario, cuartos de actores, administracion, despacho de billetes, salas de descandso, ensayos, etc., retretes, urinarios y escaleras se hallan bien estudiados y colocados en gral, y muy especialmente los de retretes, urinarios y salas de descanso y café, dando á estas dependencias las alturas de dos pisos de palcos; pero las dos escaleras prales situadas á uno y otro lado del pórtico de ingreso, aun que tienen sus tramos de dos metros de ancho, se hallan encerradas en plantas curvilíneas, siendo preferibles por las razones antes expuestas, las de tramos rectos. Las demás escaleras son de otra clase y de buena anchura según su destino, mas tales como aparecen dibujadas resultarían agrias, ó sea con escalones de escesiva altura; por lo que sería conveniente, si hubiese de realizarse el proyecto, ensanchar un poco las cajas de escaleraas, de manera que pudieran aumentarse los peldaños, lo que es factible sin detrimento de la distribución. La disposicion especial del salon de espectáculos, encerrado en un círculo de 30 metros de diámetro, cuya circunferencia le constituye un espeso muro, los palcos y antepalcos y aun algunos pasillos permite sin desfigurar el techo aumentar considerablemente las localidades de precios baratos según se recomienda en el programa. En resumen, como distribucipn se llenan en este proyecto las necesidades del teatro. Las condiciones de construccion hallanse tambien satisfechos respecto á la solidez y facilidad en la ejecucion. Réstanos ahora examinarle artísticamente […]. Bajo este aspecto está muy lejos de satisfacer al buen gusto. En la planta [...] predominan con exceso las curvas; y no es tanto esto, cuanto la poca gracia con que se hallan combinadas. Para formar la platea y los palcos dentro del gran muro circular de que se ha hecho mérito, se empieza por reparar en el círculo una gran límula en la que se colocan guardaropas, tocadores, despachos de flores y guantes y un pasillo. Establécense luego fuera del muro circular otros dos muros circulares tambien en parte, pero excéntricos con el primero, de cuyo trazado resulta un pasillo abocinaado de pésimo aspecto y una galeria exterior semejante á la del proyecto “Fuego”. Si estas diferentes curvas fueran concéntricas, venciendo con estudio las dificultades que al intentarlo se presenten, y sise sustituyesen tambien los semicirculos del pórtico pral. Por muros rectos, resultaría una forma algo parecida á la del proyecto “Fuego,” con a ventaja de hallarse los palcos y antepechos rodeados de un ancho pasillo que los separaría de la gradería exterior de desahogo, evitando ó por lo menos disminuyendo mucho el ruido de la calle, y poniendo el salon principal mas al abrigo de los cambios atmosféricos y de las corrientes de aire. La decoracion exterior é interior del teatro, son en este proyecto pobres y poco agradables á la vista, y mala la enritmia de las masas. Es poco aceptable la curvatura interior del techo del salon y la cubierta esférica exterior, cortada en parte por el muro que se eleva por encima del arco de embocadura. La elevacion de la cubierta y muros correspondientes al escenario, presentan pesadez y tal vez pudeiran disminuirse. [...] convendría aquí dar a la cubierta del salon la forma absidial, y que en el inteior, el techo apareciese plano con la escocia correspondiente. [...] Si se hace la comparacion entre los proyectos “Fuego” y “Themis” [...] se descubrirá inmediatamente que en el proyecto “Fuego” estan la parte artística y la euritmia mejor entendidas y desarrolladas que en el “Themis”, pero que en aquel no estan tan bien satisfechas como en este las condiciones de una conveniente distribucion y mucho menos las de una natural y sólida construccion.
Por las consideraciones expuestas esta Seccion de Arquitectura opina que ni uno ni otro proyecto pueden adoptarse sin modificaciones pª la inmediata ejecución del Teatro: que ambos proyectos son susceptibles de estas modificaciones, sin alterar esencialmente el pensamiento de sus autores; que el proyecto de “Thmis” necesita menos modificaciones y mas fáciles de ejecutar en su distribucion y construccion, y en cambio necesita mejorar mucho la parte artistica. [...] no obstante las observaciones enunciadas, los proyectos “Themis” y “Fuego” reunen el mérito suficiente para que se adjudique el primer premio al “Themis” y el primer accesit á “Fuego;” con la obligacion el autor del primero de introducir en su estudio las modificaciones apuntadas y demás convenientes, y el autor del segundo, con la de ceder la propiedad de sus planos á la Compañía del Teatro; y finalmente, que no ha lugar á la adjudicacion del 2º accésit, por carecer de mérito suficiente para ello los otros dos proyectos».
El 1 de marzo de 1883, la Compañía del Teatro de Cádiz agradeció la labor desarrollada por la Sección de Arquitectura y comunicó a la Academia de San Fernando que los planos se expondrían al público por espacio de 8 días para después adjudicar los premios correspondientes. Pero también que el consejo de la Compañía había acordado que después de la adjudicación de los premios se citaría a los autores para señalarles las reformas que la Academia les había estipulado, dejándoles un plazo prudencial para llevarlas a cabo, siendo el ganador el que las hiciera de acuerdo con las más apropiadas.
Terminado el plazo convenido para realizar las correcciones de los proyectos, Juan de la Vega y Correa presentó cuatro fotografías que representaban las nuevas hojas de planos que había elaborado en planta, sección longitudinal, alzado principal y lateral, además de un suplemento a la memoria, acompañado de los cálculos de resistencia de las grandes armaduras de la sala y el escenario, el estado de cubicación de todas las obras y el correspondiente presupuesto detallado de la obra.
Pasados unos días recibió una comunicación del consejo de la compañía del teatro haciéndole partícipe que se había acordado adoptar el proyecto presentado al concurso bajo el lema «Fuego», proyecto perteneciente a Adolfo Morales de los Ríos, premiado con el 1º accésit y cuyo autor carecía del título de arquitecto español. Ante este agravio, Vega vio por un lado sus derechos profesionales violados; por otro, el consejo no había convocado una reunión general tal y como lo habían pedido los accionistas, y por último, con este proceder el consejo había faltado a su compromiso para con la Academia de San Fernando. Ante todo lo expuesto, el 5 de septiembre de 1883 informó a la corporación madrileña de los sucedido, solicitando que exigiese a la Compañía el cumplimiento de lo acordado y diese preferencia a su proyecto «Themis» respecto al de «Fuego» en el caso de que cumpliese con las condiciones del programa e incluyese las modificaciones que le habían sido exigidas y señaladas por la Academia.
Arquitectura. Cárceles, 1853-1861. Sig. 2-30-3; Arquitectura. Monumentos públicos, placas conmemorativas, lápidas, sepulcros, alineaciones urbanísticas, etc., siglo XIX. Sig. 2- 28-3; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1836. Sig. 2-4-6; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1839-1850. Sig. 1-30-5; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855. Sig. 1-30-2bis; Comisión de Arquitectura. Maestros de obras, 1825-1876. Sig. 2-23-3; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 192; Sección de Arquitectura. Informes sobre realización de obras, 1881-1882. Sig. 4-81-14.
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM
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